En ti, Jesús, me hallo ante un Dios que ayuda al ser humano desde la fortaleza de su fragilidad. Tan sólo un Dios herido y torturado como Tú, podría impactarme como me has impactado, Maestro amigo.
Hiciste de la condición humana más sombría y abandonada el lugar privilegiado del encuentro del hombre y la mujer contigo; de Dios con el género humano, uniéndose a él en el camino del desamparo. Lo sé muy bien, entrañable Pastor de silbos amorosos.
Sin embargo, dentro de la fortaleza de tu vulnerabilidad, hiciste de nuestro desamparo la fuerza profética de poder hacer saltar por los aires toda suerte de diques y fronteras. Como escribe tu discípulo Carlos María Antunes, sólo un Dios herido podría curarnos y, lo que es más admirable, hacer de nuestra debilidad presencia de su gloria en medio del mundo. Casi nada…
Testimoniaste de tal modo la compasión de Dios por los más alejados, por los más perdidos, que tú mismo te perdiste en ese afán.
Tu insólito amor cobra su mayor presencia y no brilla en ningún otro lugar del modo en que lo hace en la noche del calvario. Lo dije otras veces: tu silencio no es sólo la cumbre de la revelación, sino también el lugar donde toda la revelación se hace oír.
¡ Cómo no creer en un amor tan grande…!
Un alfabeto azul, sin letras,
veo cuando me miro en tus pupilas;
y en cada parpadeo,
el poema más breve
y amoroso que jamás
haya soñado recitar:
«TÚ».
Rafa Redondo
Múisca: Bill Douglas – Deep Peace