Mucho antes de que la provecta tiranía de los mercados asaltara la democracia residual que aún vivíamos, los patrones políticos e ideológicos del mundo habían hecho quiebra y muchos esquemas mentales estaban ya tronchados. Tiempos de crisis, de injusticia, de grandes sufrimientos que abren nuestras carnes. Hace décadas que, aunque poseíamos camellos, muchos habían perdido la estrella-guía del Camino. Muchos, también, nos rompimos por dentro al ver desvanecerse las atalayas más generosas que la humanidad pudo imaginar desde 1848, y fue así porque no pudimos comprender el más allá de toda ruina. Y, aún hoy, muchos viejos, y jóvenes prematuramente viejos, viven porque no mueren (“esto es lo que hay” dicen tartajeando de memoria el catecismo liberal que invade los cerebros a través de programas universitarios, de radios y de televisiones promovidas por empresas privadas devenidas en nuevos parlamentos que asfixian las conciencias). Y aunque a ese des-vivir le llamen “vida”, vegetan sin siquiera añorar el manantial de esperanza que en sus venas anida sin saberlo. “Eso es lo que hay” repiten y repiten machaconamente los prematuramente muertos.
Tiempos duros bajo la vieja tiranía del Dios Mercado sobre un enajenado vasallaje que a sus propios verdugos otorga mayorías absolutas y absoluto, también, el poder de gobernarles. Vivimos –si tal infierno puede ser llamado “vida”-, bajo el Pensamiento Unidimensional, esa patología de la normalidad que cobra entre nosotros tintes de epidemia.
Tiempos de dureza, sí, aunque tiempo, también, de posibilidades creativas, que se abre hacia visiones nuevas, alternativas nuevas, nuevos sueños. “El derecho de soñar – discurre el lúcido Maestro Galeano- no figura entre los treinta derechos humanos que las Naciones Unidas proclamaron a fines de 1948. Pero si no fuera por él, y por las aguas que da de beber, los demás derechos se morirían de sed. Deliremos, pues, por un ratito. El mundo, que está patas arriba, se pondrá sobre sus pies”. Pero los sueños –el patrimonio de los pobres- están sin estrenar, inéditos, ilesos.
Pudiera ser por mi parte una abstracción, e, incluso, una suerte de inconsciente insulto, hablar de sueños, o de futuro, ante quienes, a causa de la voracidad de un sistema cimentado en la avaricia, no saben cómo podrán llegar a fin de mes; sobre todo cuando la narcisista mentalidad codiciosa, tan contraria a la naturaleza, forma parte del metabolismo de gran parte de nuestra alienada sociedad. Pero uno se pregunta: ¿Es que no hay, pues, esperanza alguna de que la locura narcisista no lleve a la destrucción del ser humano antes de que este alcance la condición de humano? Nadie puede responder con precisión a esta interrogante. Tan sólo podemos examinar cuáles son aquellas posibilidades óptimas que puedan favorecer a librarnos de la hecatombe.
La primera consiste en CAER EN LA CUENTA de que si los sistemas educativos de todas las naciones persiguieran el sentido de la evolución humana en tanto especie y no en tanto que grupo o nación particular, podríamos estar en el camino de sentirnos honrados por el hecho de pertenecer a la Humanidad más allá de toda creencia. Tenemos mucho que hacer juntos en común y desterrar por siempre este azote neoliberal que se predica tan inamovible como la luz del sol, la programación mental que considera que la explotación del hombre por el hombre forma parte de la naturaleza, y que eso de que “es lo que hay” no es sino la mentira que, bajo un supuesto realismo encubre “lo que es”, la auténtica Realidad. Y condescender con la realidad no es sinónimo de condescender con la injusticia.
En esa ficción tóxica permanece adormecida nuestra enseñanza, que todavía confunde formación con adiestramiento al servicio de la doctrina y el mercado liberal.
Esa es la segunda posibilidad: superar la falacia de “lo que hay” por la veracidad de “lo que es”. Algo y sentido y pensado por el humanismo del Renacimiento, las revoluciones burguesa, rusa y china. Todas ellas se basan en la idea común que es la igualdad del ser humano, y aun a pesar de que en su praxis histórica, algunas de las citadas revoluciones hayan caído en la contradicción de violar la pregonada igualdad, el hecho, no menos histórico, es que el sueño de igualdad, dignidad y liberación de las personas, sigue latiendo con fuerza en el corazón humano.
Hablo de un sueño de Unidad, inserto en nuestras células como germen de nuestra conciencia desde “antes” del Big-Bang. Escribo esto en Bilbao, bajo una las nubes de una desapacible tarde de febrero. Y reitero: no hay revolución sin revolucionarse.
El Zen lejos de aislarnos, pulveriza, vacía, nuestro narcisismo; nos hace cada vez disponibles ente el dolor de todo ser viviente sin distinción. En cada lugar, en cada momento. Todo es Unidad, para ella soy.
Podremos cambiar de camino, mas no de rumbo; de parapeto, o de trinchera, pero sin abandonar aquí y ahora la ilusión de construir otro modelo de ver, otra forma de sentir, otro proceder en el pensar , otra conciencia para percibir. Y de ese modo, enraizados en la tierra, poder alzarse al infinito. Y así, desasidos, desnudos de equipaje, nos ponemos hoy mismo a caminar.
Rafa,
Un placer leerte, escucharte,
Gracias por tus sabias palabras,
Gracias por tu incasable escucha y paciencia,
Gracias por corregir a este barco sin rumbo
que con dolor escuchó ayer una frase…
pero qué falta me hacía!!
y ahora empieza el mirar desde el silencio..
con la esperanza de ser renaciendo a la vida…
Muchas gracias otra vez!!
Gracias por estar aqui. Me llamo Ana, soy de Bilbao pero vivo en Inglaterra. Solo compartir esta informacion que me llena de alegria y que muestra el poder del Silencio para transformar lo cotidiano. Tambien recordar juntos que somos muchas las personas en todo el mundo que nos vamos uniendo a las distintas iniciativas creativas que surgen desde el tocar fondo a nivel individual y colectivo y que cualquier tipo de crisis esconde un potencial inmenso de transformacion y de Vida.
http://tnhspain.org/barcelona/escuelas-despiertas/
Un fuerte abrazo a ti Rafa y a toda la shanga
Gracias otra vez por estar AQUI.
Ana