Pensar, ainda assim, é agir.
So no devaneio absoluto,
onde nada de activo intervén,
onde por fim até a nossa consciencia de nos mesmos se atola num lado
–so aí, nesse mono e húmido nao ser,
a abdicaçáo de acçao completamente se atinge.
Nao querer comprender,
nao analizar…
Ver-se como a natureza;
olhiar para as suas impressoes como para um campo –
a sabedoria é isto”.
Bernardo Soares (Livro do desassossego)
NIEVA
LO EXTRAORDINARIO PRESENTE EN LO ORDINARIO
Despojado de todo lo nombrable, desasido de cualquier instante alguno. Mancillado por las llagas cuyo rostro son, en plural, el sufrimiento, único, de los seres que van apareciendo en el camino.
A veces cansado, muy cansado, uno se para y mira lejos, a penas atisbando más allá de la invernal cascada que el llanto seco deja en el sendero.
La ciudad se siente salvaje, como fiera acorralada intentando no tanto imponer su criterio cuanto no dejarse atravesar por el dolor ajeno. Pero su naturaleza sabe que por el camino por donde se transita, paso a paso, adentrándose con la vana esperanza de ahuyentar la incertidumbre de la duda, no hay remedio que no pueda conciliarse con lo inevitable. El abismo está ahí. No hay que saltar. No hay que huir. Simplemente hay que dar un paso y ser abismo. Despojarse de todo ropaje. Abandonar el nombre incrustado en la piel arrugada. Desasirse de todo recuerdo y abandonar la compañía de la mochila cada vez más hueca. Hueca del tiempo que ya no es tiempo.
Ser, siendo en cada instante, como la cascada escondida, transparente ante la mirada del niño, flujo de vida sobre el precipicio por donde la luz penetra para mostrar las sombras ocultas.
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