Este fin de semana ha sido especial para mí, como todos los retiros en los que medito varias horas de continuo, y los «descubrimientos» se suceden.
Normalmente, lo que solemos compartir tras el retiro es la sensación de amor que se despierta entre compañeros de camino. Ese amor que surge de ver en el otro tu propia inocencia, tu vulnerabilidad, esa valentía del que mira allá mismo dónde más escuece, la valentía del niño que se lanza por el tobogán sin medir las consecuencias. Al ver en el otro, en la otra, tu niña/o interior, te conmueves por ti mismo. De verte en ella/el reflejado. De reconocer esa firme determinación en seguir adelante, desde el Seguir leyendo La rata y el cuerpo