Todo buscador inicia su camino espoleado por la añoranza de su verdadero origen, el sufrimiento de sentirse repatriado en las sórdidas estepas de ese insoportable exilio llamado sentido común. El adolescente, incluso el ya adulto, sigue añorando aquel espacio de intimidad sagrado de su mágica niñez que invadieron los adultos, con sus creencias, sus escuelas y sus dogmas. Hablo de un espacio de inocencia, no de inmadurez. Algo, si, ALGO experimentó aquella niña, hoy de 38 años, cuando le repatriaron, y no sin mentirle, de su íntimo y fulgente rincón. Y hoy vive su nostalgia del Ser como Pieter Van der Meer en sus escritos, y como Juan de la Cruz en aquel poema que me impactó en su cueva segoviana:
Condúceme a la interior bodega
Donde la vida en Seguir leyendo La promesa