La mente que busca el Buda es la mente que reconoce la impermanencia del mundo. Cuando uno reconoce la naturaleza efímera del mundo, no pueden surgir ni la mente centrada en sí misma ni la que persigue la gloria y las riquezas… Si no existe un yo, nada hay a lo que aferrarse.
Dogen
Para este gran maestro japonés, olvidarse de sí mismo es la clave para despertar al Ser.
¿Cómo –se pregunta Karl Dürckheim- se manifiesta el Ser? ¿Bajo qué forma –insiste- se expresa? ¿Qué criterios se pueden seguir que nos garanticen que aquello que consideramos expresiones del Ser no son pura ilusión?
Transcribo su respuesta: un criterio seguro es el hecho de que nuestro Ser exige de nosotros el aceptar la vida total, según se presente, con su dolor y su sufrir, y que, dejando a un lado nuestras aspiraciones egoístas, no admite reposo ni parada, sino al contrario, exige ir más allá de lo que ya ha sido, así como estar listo para soltar presa, para aceptar la muerte.
Renunciar al yo equivale a soltar las posiciones adquiridas, exige la gran conversión y transformación en lo que realmente somos. La metanoia de un nuevo nacimiento.
Y el Ser no defrauda: abraza al hombre cuando éste tiene el coraje de no dar marcha atrás ante un gran sufrimiento, sino, por el contrario, acepta el dejarse consumir por él, con fe en lo que le espera más allá de la nada, aunque en esos instantes le asuste (el hecho de que le asuste es justamente lo que le da fe…) Seguir leyendo Sin dejar apenas huella