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Cuando somos

Dicen del mar que contiene todos los elementos de la tabla periódica.

Si realizamos un paralelismo entre el mar y el transcurrir de la Vida, con sus corrientes y todos sus elementos múltiples y diferenciados, podríamos decir que el ser humano es como un grano de sal en el mar de la vida que en sí lleva la Tabla Periódica del Universo entero, la sabiduría profunda y la plenitud de lo inefable.

Pero esos seres que somos cada uno de nosotros, nos hemos encarnado en panoramas y realidades diferentes: familias, culturas, países, continentes, época… que nos ha otorgado un resumen de información condicionada por el propio contexto de pertenencia y herencia.

Descubrir, tomar conciencia y sentir esa realidad de origen único y compartido en la indivisibilidad, en donde todos los seres sensibles e inertes somos múltiples manifestaciones de lo Uno, parece ser el camino espiritual.

El sentido último de las palabras es la descripción de la experiencia sentida, pero éstas nunca llegan a alcanzar, ni siquiera rozar, la auténtica profundidad de lo vivido.

En la experiencia personal de la llamada práctica “espiritual” –más bien vivir desde la conciencia de ser plenamente humana-, en el inicio de la práctica del zen, aunque se explicita que la práctica meditativa es “la muerte en el cojín” sin meta que alcanzar, anidaba una Seguir leyendo Cuando somos

Teishô de Rafael Redondo y Pedro Vidal en el sesshin de noviembre de 2014




Circular de Navidad: IMITAR A NADIE

Juan de la Cruz, sufrió como pocos, la llamada “NOCHE OSCURA”, pero la iluminó con su Llama de Amor Viva. Fue el sereno de esa noche, el centinela de la alborada. Escribió lo que a mi juicio es uno de los mejores poemas de amor jamás escritos:

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el amado,
cesó todo, y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

¡Oh noche que me guiaste!,
¡oh noche amable más que el alborada!,
¡oh noche que juntaste
amado con amada,
amada en el amado transformada!

Juan, supo ver en el vacío de  la ausencia el amoroso aliento de una presencia. Juan, que sabía abrirse a la escucha, supo oír en el corazón del silencio la música callada que recrea y enamora. Juan de la Cruz, en la más hosca soledad de la cárcel, percibió la tierna y cercana compañía que brota  en la soledad sonora de quien sabe re-cogerse en un eterno sentir enamorado. Esquivó audazmente a la Inquisición, y lo dejó, escrito palpitando, para nosotros.

“Eso” que llamamos Dios no habla, más bien cede la Seguir leyendo Circular de Navidad: IMITAR A NADIE