El cuerpo. Temblor que permanece tras toda impermanencia, fuera de diques y puntos cardinales.
Escucha el estampido de la Vida en tus tejidos, en tu aliento. Tú, manifestación de lo invisible, receptáculo que late en tu latido. Eres más que tu cuerpo: eres flujo de vida que te impele hacia su manifestación.
Contempla la espiración en la que te diluyes. Una y otra vez; una y otra vez… asombro de tu niño interior. Y tras él, indemne y fresca, la inspiración, como secreta dádiva que emerge en la forma de tu forma. Tu cuerpo transpirado y trascendido como un cuenco transparente a lo inasible.
Se trata de ver el propio espejo en las células vacías que reflejan la Vida que alienta el corazón de la Materia. En el cuerpo-materia nos es dado en cada instante la posibilidad del tacto y el con-tacto con la palabra insonora del primer impulso creador. Impulso in-vocador de la energía primigenia. Arranque con-vocador de las palabras y los modos, nuestras respuestas, tan pródigas en formas, las impulsadas por el aliento germinal que sólo el Gran Silencio sabe con-tener y re-tener. Hasta que ELLO opta por mostrarse.
Cuerpo impermanente, carnal poema que pudo no acceder a la existencia, pero que, en forma de gracia y don, optó por revestirse en nuestros huesos. Materia-cuerpo, ofreciéndose en Seguir leyendo Za-Zen, Unidad Espíritu y Cuerpo