No, nada tiene que ver la Navidad con una determinada época, ni es asunto único de una única noche y un día determinados; además quienes desde su desnudez bautizaron esa noche como la Noche Buena, yo presumo que se debió a que previamente habían cargado sus espaldas con muchas noches malas.
Pero lo cierto es que si bien sabe mirar, el ser humano puede acceder a la experiencia de que todas las noches siempre son buenas; que siempre es Navidad, que todas las noches son noches de boda, que todas sus lunas son lunas de miel… Una experiencia que con más facilidad accede quien desde su estrechez sabe saborear la anchura. Por eso discrepo de la gran Teresa de Ávila cuando compara nuestra existencia con «una mala noche en una mala posada».
Gran parte de nuestra sociedad, desorientada, celebra la Navidad con turrón, champán, bombillas, fuegos artificiales y serpentinas multicolores. Con una paz, en la mayor parte de los casos, bulímica, y alcoholizada, conmemora el obligatorio rito de sentirse feliz durante una semana, cultivando la elegancia social de la felicitación, el detalle del regalo, el ritual de las visitas. Una semana de felicidad programada, aunque durante ella, año tras año, tal sociedad -más por trivialidad que por mala fe- pierde una bella ocasión para poderse enterar de Seguir leyendo Feliz Navidad