Querido Rafa (y todos aquellos compañeros/as que leáis esto),
El otro día asistí por primera vez al Zazenkai (todo es nuevo para mí en Iparhaizea) y fue una maravillosa experiencia compartir una mañana de meditación y silencio con tantos compañeros y compañeras. Al final de la sesión dejaste un espacio abierto para preguntas y dudas acerca de la práctica del zen. Yo no hice ninguna pregunta a pesar de que las dudas que tengo sobre la propia práctica en sí son muchas, pero ahora no me preocupa demasiado si mis dedos están bien colocados, si la respiración es adecuada, si la espalda está perfectamente recta, si soy capaz de o no de observar mis pensamientos sin ser arrastrados por ellos. Dejo eso a la ortodoxia, que seguro que tiene justificadas razones para valorar cómo debe uno practicar zazen. Para mí el simple acto de sentarme en silencio sin hacer nada ni esperar nada es ya algo extraordinario. En un mundo donde hemos glorificado la acción por encima de todo, sentarse a hacer nada, sólo a observar, me parece casi un acto de rebeldía social.
Lo que a mí me sugirió tu espacio para preguntar no fue nada relacionado con la práctica del zazen. Mi pregunta era anterior: ¿por qué practicar zen? La respuesta a esa pregunta, que me había acompañado toda la mañana de zazenkai, la había encontrado la Seguir leyendo LA MIRADA DE ASOMBRO, por Roberto Folgueira