Amanecer en IparHaizea
El alba, hipnotizada de silencio,
despierta a la gran luz resucitada.
Como si la Naturaleza, inmóvil,
se dejara habitar por lo indecible.
El fresco corazón de la Materia,
palpita en cada forma estremecida,
y, grávida, la tierra, va extendiendo
los pliegues de sus alas incendiadas.
Estallan las primeras claridades
y de sus hondos senos, como un ascua,
se alza la meseta amanecida.
Corre, embriagado, el aire en los tejados,
y abrazando los mares de hondos nimbos,
se eleva a las raíces de la altura.
Rafael Redondo Barba