Carta de presentación a la Shanga IparHaizea
Llegué a conocer la Shanga IparHaizea siguiendo la pista de Rafael Redondo, tras leer el que entonces era su último libro: El brotar del asombro. Como los perros de caza, una vez que olisqueas lo que vas buscando, no paras hasta encontrarlo. El aroma de ese libro era el del corazón, el de mi propio corazón, por eso emprendí esa búsqueda. En IparHaizea fuísteis tan amables de ponerme en contacto con Rafael y le escribí una carta. Desde entonces tengo la enorme suerte de no haber perdido el contacto con él, ni tampoco con vosotrxs. Recibo los correos informando de vuestras actividades, y si no fuera porque en este camino, la aceptación de lo que es, es la mejor de las compañeras, diría que os tengo una sana envidia por la suerte que tenéis de contar con Rafael, tan cerquita (yo vivo en Sevilla), y de haber creado entre todos ese espacio que, aún sin haberlo vivido, sé que es un espacio de amor y de maduración.
Lllevo unos 15 años (ya voy perdiendo la cuenta) practicando meditación. Mi camino no tiene forma alguna, porque es el Silencio, el Silencio del corazón. Entré en él de la mano de un maestro, J.F. Mortiel, después él se convirtió en gaviota y se fue volando en un atardecer malagueño, y yo seguí caminando sola, adentrándome donde él me había indicado, en mi propio pozo, en mi propio corazón. Él decía que en el Silencio, en la práctica de meditación, no había que introducir nada, sabiendo de nuestro afán de hacer, sino dejar que sugiera, aguzar el oído para escuchar el susurro de lo que somos, y nos decía que ahí podríamos oír incluso la armonía del cosmos, porque todo está en nuestro corazón. He compartido la práctica con escuelas de zen, con prácticas de budismo tibetano también, sintiéndome como en casa en todas ellas, pero siempre vuelvo a la quietud silenciosa, a la espaciosidad del Silencio desnudo, que fue donde «me crié», que es mi patria sin fronteras.
No tengo aquí la suerte de contar con un espacio como el vuestro, aunque sí comparto con vosotros la fortuna y el agradecimiento de escuchar a Rafael. Escucharlo es recibir la vida, mirarse en un espejo claro y límpido que nos permite vernos. Por eso empecé a enviar algún escrito, porque me sentía cerca de vosotrxs, aunque no haya pisado aún el zendo. Dice Nisargadatta que Seguir leyendo Crisálida