Una vez más postrado, arrodillado a los pies del imponente Anboto, en esta ocasión desnudo al cielo metro a metro, orgulloso de su talante, muy seguro tumbado en su lecho.
Una vez más el sonido del cuenco del zendo…, su vibrar resuena con fuerza, y como casi siempre, ese eco, esa reverberación, despierta algo profundo…, algo se mueve muy adentro.
Cierro los ojos, lentamente…, poco a poco el silencio va devorando imágenes, emociones, sonidos, pensamientos…, atento al vaivén, observo su inexplicable movimiento, ensimismado hasta sentir su caminar sin dueño.
Miro escondido, furtivo, y como casi siempre, una vez más, ese extraño, ese sublime momento…, momento perplejo con destino incierto, y como casi siempre, acongojado, siento palidecer todo mi ser, todo mi cuerpo… Así, pierdo el asidero sin quererlo…, abandonado en Seguir leyendo Vibrando con IparHaizea