Situarse allí, al declinar la tarde, en nuestra recuperada dimensión de sinceridad, cuando el sol, apoyado en el pedestal de luz de los postreros cúmulos, esparce su dádiva secreta troceando en mil haces su energía quebrada y repartida. Situarse Allí, en el declive vespertino, donde la soledad ha dejado de doler.
Y morir así, entregado y entregando, dando y esparciendo, fundida en la Unidad nuestra ya lograda forma, al par que la tarde se inclina de rodillas ante su propio ocaso, allí donde Dios se muestra como disco incandescente en su eterno devenir.
Situarse allí, donde no hay allí, en la inocencia innata que nos es propia; arrasando cualquier imagen o vestigio de memoria; dejando a un lado el hacer, ejerciendo el sólo ser del Ser.
Situarse allí, abolido el tiempo, donde la realidad se aprecia fulgurante cuando los pensamientos se amansan ante el poder de la meditación. Meditar es ser; meditar (meditari) es ir al Medio; a la verdad vital que tiende a conocer y a expresar, como ahora lo hace el sol, su más profundo nudo, que, troceado y esparcido, manifiesta ante nuestros ojos la inocencia del Atman, el óbolo de su liberadora desnudez.
Situarse allí, en el cenit del día, cuando el cuerpo, hecho contemplación, levantando los brazos a la altura de los vientos.
Nos inclinamos saludando. El gesto del gassho es tan sólo el eco, agradecido, de lo que, fuera de las horas, hoy hemos visto en nuestro más profundo Centro.