Sin dejar apenas otra huella…

Sosegarse al ritmo de la respiración de tu Álito, Ruáh, permitiéndola ser, sin controlarla; tan sólo conectándose humildemente con ella, respirarme en ella, y seguir y seguir acompañándola suavemente, quedamente… hasta desaparecer, sin dejar apenas otra huella que la que Tú has hollado en mi ceniza enamorada.
Ceniza y polvo que en su mudez vocean: ¡Te amo!
Dormita el frío… en mis afueras, mientras Tú, Manantial de Vida, incendias mis adentros.
Fuente de Vida Tú, Presencia omnipresente; ofrenda derramada por Todo el Universo, cielo vacío donde mi anochecer deviene Aurora. Tú, que disuelves las heridas causadas por mis sombras. Tú, diafanidad pura, que no habla, pero que desde tu más profundo aliento no deja de susurrar y de escuchar.
El ritmo de tu cayado hace temblar la tierra; así lo siento yo, Pastor amable de proscritos, descarriados y perdidos.
Para Ti mi más honda gratitud.
Y aquí abandono mis palabras, en Este febrero que sabe a primavera.
Hoy lo infinito
se descarga en el tiempo.
Alba en invierno…
Rafa Redondo

 

 

Música:   Struggle for pleadure – Win Mertens

 

 

 

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