Lo más delicado de observar es el apego al desapego. La incapacidad de aceptar que eres incapaz de aceptar. Esa obsesión por soltar, esa obsesión que no puedes soltar. Dice el maestro Pedro Vidal que el ego es como una rata escurridiza, pero que, si se ve acorralada, muerde hasta al gato más fuerte.
Ningún pensamiento de aceptación o desapego lleva a la aceptación o desapego, sólo la práctica. Da igual lo que leas, los bonitos y evocadores poemas que te inspiren, la presencia y sabiduría de los maestros. Sólo son señales de tráfico, importantes, sí, pero sólo señales. Ningún GPS hará el viaje por tí.
Sólo la atención pura te llevará a la aceptación, el desapego y la comprensión. Y para ejercer esa atención, antes debes ejercitarla, porque lleva muchos años atrofiada. Es como tu sistema muscular, no puedes comprarlo, no tiene sentido buscarlo, ya está ahí, es tu naturaleza, pero dejaste de usarlo hace mucho tiempo para jugar a los videojuegos, y debe ser ejercitado para recuperar su función natural.
Medita, sigue practicando, hay ayudas, incluso atajos, pero debes recorrer el camino, tu camino, sea como sea ese camino. ¿Cómo es?. Observa: tal y como está siendo. Usando tus potenciales, tu energía, tu inteligencia intuitiva, tu capacidad de amar, tu disposición a observar qué es lo que pasa, por sí solo, cuando dejas de intervenir. Pero debes pisar el terreno. No sirven los videojuegos ni los programas de realidad virtual.
No hay en realidad nada que hacer, nada que buscar, es cierto. Pero hay que hacer lo que hay que hacer. Necesariamente.
No te desanimes, nadie dijo que fuera fácil. Algo en tu interior sabe que no tienes más remedio que seguir. Lo que buscas es inalcanzable, no porque no exista, sino porque nunca estuvo separado de tí. Sólo buscando se descubre que no tiene sentido buscar. No te desanimes, aunque no entiendas. Confía. Sigue practicando.