Una de las cosas que he aprendido del impacto del Espíritu en mi alma y en mi cuerpo, es el ejercicio del sentido del humor. La sonrisa.
Efectivamente, he conocido a solemnes guías espirituales, a engolados dirigentes políticos, como a eminentes representantes del saber teológico, que, pese al prestigio que les rodea, carecen del necesario humor, de la dulzura que de aquel se nutre, de la imprescindible distancia ante sí mismos que considero no sólo importante, sino apremiante, ejercitar para poder ponerse a salvo de sus propios sus egos; es más, intentan no sólo convencer, sino incluso forzar a los demás a pensar y sentir como ellos mismos sienten y piensan.
Estoy hablando de personas que padecen una suerte de despotismo de la virtud; seres humanos de destacada relevancia social que devienen auto-trascendentes, mesiánicos, narcisistas.
Refiriéndose a ellos, Ken Wilber, citando a Mencken, decía que: el mesianismo es la enfermedad nacional de los estadounidenses, tercera parte de los cuales parece consagrado a la misión de mejorar y elevar, aún en contra de sus deseos, a sus conciudadanos.
Por todo eso, urge recuperar la risa, o, al menos la sonrisa, aquella sonrisa que de la dulzura nace. Así te imagino yo, Jesús de Nazaret, hablando con los niños, los enfermos y los pobres.
Rafa Redondo
Música : Ashitaka and Sam – Joe Hisaishi