Ayer al acostarme puse, como todos los días desde hace años, el despertador para que sonara a las 5 de la mañana.
Al sonar, a diferencia de otros días, la noche era mas noche, mas oscura que nunca… no me he levantado.
No habia ninguna «causa mayor» detrás del sonar del despertador, hoy sólo era ruido… no habia ningun trabajo al que ir, ningún dios que me levantara, ningún equipo al que animar, ninguna familia por la que luchar.
He salido a pasear a media mañana, sin ningún sitio al que ir, nadie que me esperara en ningún lado, ni una hora a la que llegar y no sabia caminar… ¿acaso necesitan mis pies un sitio al que ir para caminar? ¿Necesita el camino una meta a la que dirigirse?
Y me ha venido una imagen… la de un vaso vacío mil veces llenado, ahora vacío, rodeado de vasos llenos hasta los bordes, ansioso de ser llenado de nuevo o de romperse en mil pedazos.
Y he observado ese ansia, ese dolor… la mente buscaba respuestas o simplemente llenar de nuevo el vaso con promesas de champán, de licores exóticos…
Y observando me ha venido una pregunta… ¿que soy? ¿Soy vaso y por tanto he de ser llenado y vaciado? Y la mente venia y prometia de nuevo bebidas y elixires, o me culpaba del vacío.
Y entre promesa y promesa, la atención ha ido profundizando, abriéndose paso entre las grietas del vidrio del vaso.
Y los pensamientos sacudían mas fuerte, como la cola de una lagartija cuando está falleciendo… es entonces cuando en el inspirar lo he visto y al expirar el vaso se ha hecho pedazos y he comprendido que no soy vaso, si no polvo de estrellas…