Porque Tú callas, me obligas a decirte con palabras de humilde trovador: narrarte a Ti desde un callado “así sea”; a Ti, la alta,
la insondable, noticia. Noticia que es dictado, sencilla transcripción de embriagado amanuense que no sabría hablar si él mismo
a su vez no fuera hablado.
¿Qué puede escuchar un oído –se pregunta Juarroz– cuando
se apoya en otro oído?
Algo habló en el silencio –clamaba Paul Celan–, algo calló,
algo se fue por su camino.
Observar el sonido del silencio, es constatar que no hay nada
que alcanzar. Detectar que solo ese ser silencioso merece el sin-nombre del nombre del Dios que es padre y madre. Comprender
que solo el Ser es y que vivir semejante comprensión es vibrar de
los pies a la coronilla, más allá de los límites de la piel… eso es la
liberación. Vivir un gran amor.
Y tarea nuestra es rescatar la inocencia del asombro en el
desnudo eco del silencio que palpita en el corazón del ruido; el
que quiere decirse, narrarse, desde nuestro más profundo capilar; porque tarea nuestra es saber catar la elocuencia de ese gran
poema ajeno a labios, rimas y fonemas; saber saborear con el
oído mudo la intacta sinfonía de la Nada, fondo sin final del
lecho del Vacío que pugna en cada instante –el que insta e interpela– por abrirse a cada forma acontecida por todo el Universo.
Y hacerse forma en cada forma. No estamos solos, que Alguien
nos empuja.
Este libro, nacido del silencio y la soledad, es un libro de
contemplación, he seguido en él la misma inquietud de ser que
evoca en mis entrañas una presencia cada día más inequívoca y
certera. Si por azar este trabajo distrajera la mirada de una mente objetivizante, como la que dominó mi existencia y mi quehacer durante décadas, la que ocluye toda posibilidad de vibración
interior, le invitó desde aquí a que se sostenga, permanezca en
“eso” que, latiendo en los latidos de sus más profunda arteria
antecede a su juicio y sus palabras: en ese aliento atrás de todo
lenguaje y toda lengua; que se incline y se abra a la escucha donde se oye el canto de la luz y se asome a escuchar el susurro que
alienta en el aliento del verdadero entendimiento, sus verdaderas fuentes como antorchas, y que las oiga cantar, y que juntos
las cantemos en el continuo renacer del Ser que nos tiene, nos
mantiene y nos sostiene en esa alegría, la que no pasa como un
film, la no sometida al vaivén de las circunstancias ni albur de
los momentos…
Antes de andar, descálzame de todo lujo.
Desnúdame hasta del lujo de la desnudez…
La Nada, tu espacioso espacio, Dios,
me empuja a derretir incluso la conciencia de ser nada;
a desnudarme, o más claro: a des-anudarme…
La Nada, fundamento del Dios que nos palpita,
La Nada, fundamento del Dios que nos palpita,-a.-
( De mi último trabajo EL MILAGRO DE VIVIR DESPIERTO)
R.R.