Maestro Amigo

En ti, Maestro,, Dios se ha acercado al ser humano, y lo ha hecho como jamás lo había hecho: amándolo con un amor soberano, libre, gratuito; hasta el extremo.
A partir de esa cercanía, la relación con tu Padre no se funda en los preceptos de las leyes, sino en el desvelamiento de una inmensa ternura.
Jesús, fuiste ante todo un hombre libre ante tí mismo y ante las autoridades de tu época. Denunciaste con valentía –te costó la vida- las sombras de la conducta de los sacerdotes y autoridades del Templo, preñadas de hipocresía, y señalando a la gente que no se dejara guiar por ellos. Viniste a nosotros como un igual, como un hermano, haciendo trizas la estructura petrificada y piramidal que hasta tu tiempo vinculaba a Dios con las personas y a las personas entre sí.
Tu palabra se hizo carne, Y Dios en Tí. Desde entonces el cuerpo humano es lugar y casa de común unión, de tacto y con-tacto sagrados.
Creaste un modelo de bondad, un círculo de solidaridad; quizá mejor: de Unidad en todo ser creado.
Habitas –eres- detrás de todo nombre en un sin-lugar que no sabe de puntos cardinales. Soy libre al decir que puedo verte mejor cuando abandono estos ojos. Atrapado en el deseo, esclavizado por el sentimiento, repatriado en la razón, tan sólo ligeramente atisbo tus manifestaciones. Tú, Espíritu ajeno al tiempo, origen de las formas; Tú, totalidad que nos habita; Tú, oscura y luminosa llama; fuente de la que emanan los modos, los gestos, y las formas que anidan en los lienzos de los días.
Hoy se escapó de mí –voló conmigo- mi memoria
en alas moteadas de oquedades.
Hoy se escapó de mí a sus soledades,
a la quietud silente de lo Nadie,
donde el tiempo sin forma se hace salmo
sin pliegues de palabras.
Y me quedé sin nada, y no dejé nada
salvo el rastro efímero
de unos pasos por la arena.
Pero esos pasos perseguían y persiguen,
Maestro Amigo, el señuelo sagrado de tus huellas.
Rafa Redondo

 

Múisca: Beautiful Chorus – Love Dimension

 

Sé de quién me he fiado

Cuando practico la oración, Maestro, experimento a veces algo sensacional: me vacío de mi, y en esa medida de mi vaciamiento ocupas Tú el lugar que queda disponible. Tu amor, tu instinto de habitar mi morada, se hace imperativo. Efectivamente, cuando, por ejemplo, te formulo una petición de fuerza, o de paz, o de tu Presencia, es impensable no hacer silencio ante la espera de tu respuesta. Siempre respondes. No como yo quiero pero siempre respondes pensando en lo mejor para mí. Quiero atestiguarlo precisamente ahora, de nuevo; ahora que mi salud pone a prueba mi paciencia a la hora de afrontar el miedo.
El inseguro yo, amedrentado por vivirse como fragmento tiene – me lo digo a mí mismo- tiene que aprender que su muerte supone la mayor seguridad. Pero también presienta acrecienta mi confianza. Somos Unidad , no fragmento Lo digo de nuevo: sé de quién me he fiado.
El silencio me hace receptivo. El silencio me libera de la memoria, que es tiempo; también del pensamiento, que se nutre del tiempo. Y Tú resides en lo atemporal, Manantial del Espíritu Santo, que por fuera y por dentro me mantiene… El gran silencio, preludio indispensable para captar y experimentar la presencia de Dios en nosotros.

 

Rafa Redondo

 

Música: Beautiful Chorus – Carol of the Bells

 

Dejar que Dios sea

 

…Esa amistad para con los rendidos, que acude al alma de quien se asoma a La parábola del Hijo Pródigo, donde Jesús habla con nitidez de esa disposición del ser humano, vacía y entregada, ante la vacía y entregada apertura de la paternidad y maternidad de Dios. En aquella época, convulsa e intrigante, donde el amor de Dios era suplantado por la moral de la Inquisición, el proscrito Lope era un rendido que había entendido al Dios de los excomulgados y proscritos.
Permitir que Dios sea dios, clamaba “el poverello” callarse, hacer silencio para que la Bondad actúe. Dejar que Dios sea, porque allí donde la memoria, el pensamiento y la voluntad se han apartado y hecho un hueco, allí donde el atropellante tropel de imágenes desiste, es precisamente donde el abrazo de la paternidad del Dios Madre se (me) hace acto. Lo sé, pero que muy bien, muy bien, -puedo decirlo- a través del aprendizaje de mis noches oscuras, cuando clamaba con Tagore:
Yo, tu instrumento…
y qué dolor mientras afinas mis cuerdas…
pero luego, al abrir
las ventanas, quedo asombrado de la música
de mi propio corazón.
Rafa Redondo

 

Música:  Beatiful Chorus – Oh Holy Night

 

 

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