Conozco a muchas – no es mi afán generalizar- personas con vastos conocimientos teóricos sobre la meditación; personas con medios económicos, que viajan de un extremo a otro del planeta haciendo turismo espiritual, tras maestros y gurús; personas adictas a interminables programas de cursos, cursillos, talleres y desaforados Foros de Espiritualidad, que pasan y pasan décadas pasando ellas por la meditación sin permitir que la meditación pase por ellas.
El caso es que la práctica humilde de sentarse en silencio como de cualquier otro camino meditativo riguroso, produce cambios, y el cambio produce crisis. Y ahí está el problema, porque esta sociedad narcisista huye y rehúye toda clase de cambios, le horrorizan las crisis personales y grupales que el mundo requiere para liberarse TOTALMENTE de sus cadenas; pero tan sólo persiguen cierto alivio paliativo para la angustia que provoca el camuflaje de su desvivir…Y de ese modo esas personas continúan adaptadas a la neurosis colectiva que domestica las conciencias y con la que mansamente estos turistas colaboran.
No se puede servir a dos señores: nos hemos contentado con cambiar de muebles cuando urgía cambiar de piso, y hemos cambiado de peinado cuando lo que la vida exige es cambiar de cabeza. No queda otra.
En mi larga experiencia de eso que llaman maestro -término de un sayal que ahora me sobra y me cae la mar de largo-, puedo afirmar con rigor que son contadas las personas que se han decidido a des-nudarse de sus nudos o a des-prenderse de los viejos patrones mentales y pasan superficialmente por la práctica del ejercicio revolucionario del Zen y otras vías liberadoras…y así siguen encadenadas en sus propias mazmorras.
Quiero animaros a cambiar, a atravesar obstáculos, a perseverar. OS ANIMO A NO JUGAR LA CARTA DEL MIEDO. A VIVIR CON EL CORAJE DE VIVIR. Con el coraje de amar. Hasta que duela.
Música: Danit – Presencia