La mente, el pensamiento, plantea a cada rato sus dudas, sus exigencias, sus incomodidades, y también dice de vez en cuando que está contento y en paz. Lo que tú has de ver, no desde el pensamiento, sino desde la inteligencia, desde tu silencio interior, desde tu atención consciente, es que el pensamiento no importa nada, no es nada en absoluto. La alegría y la tristeza que él siente son mentirosas, porque a cada momento se transforman la alegría en tristeza y al revés. Simplemente, observa cómo apunta un pensamiento, se golpea el pecho y dice «aquí estoy yo diciendo que no puedo más, hazme caso», tú te identificas con él y admites con él que no puedes más. Sin embargo, al cabo de muy poco aparece otro pensamiento que borra el anterior y que dice que estás mejor, y luego otro que lo niega. No merece la pena atribuirle tanta importancia a lo que diga la mente, porque a cada instante dice una cosa diferente. Tu paz, tu ser, no es un pensamiento, un concepto, sino tu estado natural más allá de la mente. Antes de que nacieras -y recuerda que naces a cada instante como un concepto, soy así o así y estoy más o menos a gusto- no había pensamiento perturbador, como no lo habrá tras la muerte. Ahora mismo, en este instante intemporal que precede eternamente al pensamiento, eres pura atención sin forma, sobre la que el pensamiento se dibuja y desdibuja. Si lo ves, el pensamiento comienza a carecer de importancia. ¿No ves cómo todos los pensamientos que te perturbaron hace unos días o unos años han quedado para siempre en el olvido? Lo mismo ocurrirá con el que te perturba hoy. La sensación de que en la vida podemos ganar o perder es la culpable de todo: ella dice que quiere tener la mente limpia, sentir todo el rato sensaciones agradables, pero eso no es posible, porque la mente consiste en Seguir leyendo Pensamiento inane
Dama de Anboto
Rompe el día en el silencio de Berriz. Anboto al fondo despliega de la umbría haciendo Zen. Todo aún calla; los pliegues rocosos de la cueva, morada de Mari, desvelan ya el florear de la luz. La Dama me previene: buscar el despuntar la luz no es apropiarse de ella; más bien dejarla ser, aunque aún te ilumine.
Es el umbral del alba; luz que en cada guijarro prende, fulgurante momento de fuego, en cuyas sombras evanescentes se esconde el invisible dios que espera. Mi amigo Celso Navarro comienza el sesshin. Para él y para su sangha canaria este poema:
DAMA DE AMBOTO
¿Quién creó la escarpada geometría
de las rocas plegadas en la hondura,
ese magma de nubes y espesura
que serpea en Seguir leyendo Dama de Anboto
Situarse allí
Situarse allí, al declinar la tarde, en nuestra recuperada dimensión de sinceridad, cuando el sol, apoyado en el pedestal de luz de los postreros cúmulos, esparce su dádiva secreta troceando en mil haces su energía quebrada y repartida. Situarse Allí, en el declive vespertino, donde la soledad ha dejado de doler.
Y morir así, entregado y entregando, dando y esparciendo, fundida en la Unidad nuestra ya lograda forma, al par que la tarde se inclina de rodillas ante su propio ocaso, allí donde Dios se muestra como disco incandescente en su eterno devenir.
Situarse allí, donde no hay allí, en la inocencia innata que nos es propia; arrasando cualquier imagen o vestigio de memoria; dejando a un lado el hacer, ejerciendo el sólo ser del Ser.
Situarse allí, abolido el tiempo, donde la realidad se aprecia fulgurante cuando los pensamientos se Seguir leyendo Situarse allí