Viento y lluvia en este atardecer de octubre. Hojas en caída libre. Otoñea el alma.
«Que lo ilimitado despunte entre los nimbos», así parece orar el húmedo cemento, hecho tambor en el vierteaguas de mi elegida soledad.
“Tiempo desapacible…”, dicen.
Dulce, a pesar de todo y nada, el leve canto del silencio.
Rafa Redondo