“No, no se trata de un cambio de valores, como suele ahora decirse, sino de un cambio de todo el sentido de la existencia, cuerpo y conciencia orientados hacia una “lógica del amor”. No sólo el Za-Zen, éste, al igual que otros caminos, deviene en meditación al florecer la compasión. Es el momento en que se debilita el personaje, cuando, mezclado con la luz, brota la sombra del temor, la zozobra de existir. Lo sé. Es frecuente que luz y sombra despunten a la vez. El despertar no surge si previamente el meditador se resiste al sacrificio de la auto-trasformación, a abandonar por siempre su narcisismo residual, y ofrecerse, confiado, al riesgo de des-aparecer. Lo sé, y ahora mejor que nunca. Sí, la Fuente de la Vida es exigente en esa dádiva. Por eso los maestros saben de tantas y tantas deserciones. No se puede servir a dos señores.
El advenimiento de la liberación no se refiere a una suerte de armonía arcangélica propia de un querubín o un ángel sin cuerpo, porque la luz que prende en el candil humano lo hace en el claro del bosque de la materia carnal, alterando cada célula y cada tejido. La luz es un destello de tsunami, que, por liberador, también resulta destructivo.
La muerte de la que ayer y ahora estoy hablando es la extinción de lo viejo y conocido, aunque también umbral de la inmortalidad de lo nuevo. De ahí que tal destello sea temido y e inconscientemente evitado por quienes buscan el fulgor de las estrellas de la noche queriendo evitar la noche. Y sé muy bien lo que estoy diciendo…
Escucha el estampido de la Vida en tus tejidos, en tu aliento. TÚ, manifestación de lo invisible. Te lo digo a tí, esperanza y sal de Tierra en estos duros momentos para todos, y muy especialmente para los pobres de la Tierra.”