La meditación supone -no exige, supone- una transformación de la estructura mental de nuestra angustiada sociedad, su descarada injusticia, su carencia de afecto que la destruye.

La meditación es la esperanza regeneradora de una mente alienada (que ha cedido su autonomía personal en aras del reino poderoso del dinero, a lo que llama “la realidad”), de su espantosa moralidad, de su impune instalación en la mentira, de su sistemática agresividad con los más pobres.

Si tu meditación es un asunto privado, algo que disfrutas personalmente, mientes y te mientes, porque aquella supone un cambio radical de mente y corazón. Un cambio que depende del silencio que hayas inoculado en tus tejidos.

Desde esa silenciosa sensación de ser, de Ser, de ese des-prendimiento egoico, se abrirá la brecha de una mentalidad nueva que requiere más que un simple cambio de decorado (“la innovación”, de la que hablan los centuriones del capitalismo), más que una renovación del piso. Implica un cambio radical (desde las raíces) de lugar, de inmueble. UNA METANOIA.