Tener el valor de entregarse hasta la propia extinción, y hacerse tierra. Convertirse en su fruto sazonado hasta dejarse devorar por la brasa escondida en el corazón de ese fruto, sostenido, alimentado por la Fuerza de la oscuridad, donde anida el secreto de la Luz.
Frágil forma, que, torpe, se resiste a su Vacío…Penetrante Vacío, que se resiste a dejarse invadir por las ruidosas formas, a dejar de ser su propio Ser.
Con los brazos alzados hacia el cielo, me abandono en el viento, y me hago viento.
Me entrego a Ti, Muerte que es Vida, me entrego a Ti, Materia, en una comunión que duele y que libera. Y así, mi corazón carnal, dura Materia, es absorbido en tu amplio seno, como rápido sorbo, como humilde bocado del corazón del Infinito.
Duro y suave cincel, que me hace cumbre en una nueva génesis; buril de cada aurora , que talla nuestro cuerpo entre la dicha y el llanto, paz y desasosiego. Las dos caras del Dios recóndito, silente y envolvente. Magnánimo jardinero del Ser, que forma y conforma nuestras formas haciendo brotar en ellas las alas que alcanzan lo insondable.
Materia vacía, Materia de Luz, animada Materia. Muerte y Vida, Abismo y Cielo. Cauterio suave, toque delicado; un dulce y árido escarpelo del que se desprenden trozos y más trozos de silencio, hasta tallar en nuestro corazón el mismo corazón del Universo.
¡Oh regalada llaga…
…cuán delicadamente me enamoras!
San Juan de la Cruz