La Corrala Utopía y la lucha por el derecho a la vivienda
Había tanto cansancio en los ojos de esa mujer, de esa vecina de la Corrala Utopía, ayer tarde, sentada sobre el escalón de una plaza frente al Ayuntamiento de Sevilla… pero había más cosas en su mirada, había rabia, impotencia, resolución, dignidad, había tantas cosas…y dicen que son analfabetas. Lo que saben estas mujeres, lo que han aprendido en esta lucha, de dos años ya, por el derecho a tener un hogar para ellas y sus hijos, y lo que es más grande aún, por un derecho a la vivienda para todos, más allá de sus intereses particulares, es algo que nunca podrá contenerse en los libros, porque es pura vida, aprendida en la dificultad, en circunstancias a las que nadie tendría porqué tener que enfrentarse.
En los ojos de esa vecina había muchas cosas, pero algo le faltaba a su mirada, le faltaba el miedo.
- Ya no tenemos nada que perder-. Y eso es lo que pasa con esto de quitárselo todo a alguien, que ya no pierde nada.
- Lo que nos une es lo que nos van quitando-, comentaba un amigo por allí cerca. Y es verdad, es este sin sentido de permitir que las personas carezcan de lo necesario, lo que nos hace fuertes, porque ya nada nos pueden quitar.
Porque cuando uno se mete en esta harina de estar codo con codo con el que sufre, resulta que sientes que todos los sufrimientos son solo uno, y que también es nuestro. Y esto es quizás lo que no se tiene en cuenta, que no son ese, y ese otro y el de más allá, los que sufren, y los que no pueden más con su alma, sino que somos todos, es al corazón de todos al que le está tocando vivir esto, y todos perderemos el miedo, juntos, cuando nos demos cuenta de que realmente no tenemos nada que perder, porque lo más importante, lo más valioso, nadie nos lo podrá quitar nunca, porque va con nosotros. Y lo más valioso es precisamente esto, sentir que lo que le hacen al otro nos lo hacen también a nosotros, nos lo están haciendo ya. Solo hace falta estar un rato así, tranquilamente mirando los ojos de una mujer tan cansada, tan rota, tan llena de dignidad y de fuerza, como para estar luchando por un techo y a la vez preocupada por su hijo, porque no sufra al enterarse de lo que está pasando su madre, o tenga la entereza que le sale de sus entrañas de madre y mujer, de bromear con un chiquillo y llamarle guapo, y hacer de su dolor y su desesperación la más dulce de las sonrisas para que ese niño se olvide de todo y sepa que la vida, aun en esas condiciones, merece ser vivida, porque hay un amor que la sostiene.
A las vecinas de la Corrala Utopía les cortaron el agua y la luz al poco de ocupar el edificio, para que se fueran, para ponérselo tan difícil que tuvieran que irse a la calle. Y después les dijeron que podían quitarles la custodia de sus hijos porque no vivían en condiciones dignas. Pero lo han soportado todo, no se han ido y su lucha se convirtió en la de todos, y muchas voces gritaban con ellas que tenían derecho a una casa y un hogar para sus hijos, aunque no pudieran pagárselo porque no tenían trabajo.
Luego comenzó la etapa de las negociaciones, las administraciones, los partidos, daban vueltas y más vueltas, prometían, pero no materializaban nada, así meses, y cuando parecía que la solución estaba más cerca que nunca, un desahucio inesperado un domingo a las 8 de la mañana y con un cordón policial inaudito, las echó de sus casas, e impidió que la gente que las apoya pudiera acercarse a tratar de impedirlo, o al menos a estar con ellas, a apoyarlas.
Había intereses contrapuestos entre las administraciones, los partidos y también los del banco propietario de los pisos. Cada uno miraba por lo suyo, que no era lo de ellas, sino lo que mejor convenía a sus intereses políticos o económicos, y mientras, las vecinas dormían en la calle, frente al Ayuntamiento, en plena preparación de la Semana Santa de Sevilla, tan religiosa, tan famosa. Una fachada espléndida y piadosa que no podía esconder en este caso lo que gritaban estas familias tiradas en la calle: «No tenemos casa».
Y les dijeron que tenían que marcharse, que estorbaban en aquel lugar, tan importante, en plena carrera oficial de las cofradías de Semana Santa.
- Tienen ustedes que irse de aquí.-
- Pero, ¿si nos han echado de nuestras casas? ¿Es que quieren que desaparezcamos?, decía una vecina.
Y sí, justamente era eso, es eso lo que quieren, que desaparezca la evidencia frente a sus ojos y los nuestros de que es lo que está pasando, de como vive la gente, de como sufren condiciones de vida que no deberían de estar sufriendo, que no tendría porqué vivir nadie.
Un grupo de familias dormía hoy una vez más en el suelo, porque ni siquiera les dejaban inflar las colchonetas. Un grupo de policías siempre vigilantes, en guardia, por si había que intervenir. Mucha gente se acercaba a llevarles comida, a hablar con ellas, a trasmitirles confianza. Todos estábamos en la calle con las vecinas, todos sin techo, todos sin miedo, como ellas.
- No vamos a abandonar, si nos echan de aquí, iremos a por todas.-
A la mañana siguiente una noticia salta a la prensa y vuela por las redes sociales. La administración ha reconocido el derecho a la vivienda de las familias que ocuparon hace dos años la Corrala Utopía y han puesto a su disposición las viviendas necesarias para que dejen la calle y la plaza. Aunque no está tan claro, todo se remueve ahora, los cimientos de un sistema insostenible.
Las vecinas lo lograron, lo lograrán siempre y todos lo logramos con ellas. Hay batallas, pequeñas batallas que se ganan con el corazón y que son grandes victorias en realidad, las más grandes, sea cual sea el resultado. Las verdaderas batallas carecen de ambición, son batallas del corazón.
Estas mujeres analfabetas nos han dado una lección tan grande que serían necesarios todos los sillones de la real academia de la lengua y las artes para sentarlas. Nos enseñaron lo que es la inteligencia verdadera, lo que es la fortaleza, la auténtica dignidad humana, y como dicen sus pancartas: -Sin luz, sin agua, sin miedo- nos enseñaron a no temer, a lo que se puede hacer sin miedo, y a lo que logra una lucha que no solo mira por los propios intereses sino por los de todos.
El hombre de todo hace un objeto. Plantamos lo que sea ante nosotros y calibramos lo que nos conviene o no nos conviene hacer con ello, según nuestro interés. Por eso las partes intervinientes en la solución de esta falta de vivienda han depredado esta situación tan indigna hasta la saciedad, a ver como podían sacar tajada. Pero en todo este tiempo no han querido ver lo más importante, la dignidad y el sufrimiento de las personas.
Pero hay otra forma de contemplar las cosas y es contemplarlas desde dentro, y entonces se llenan de significado para nosotros. Desde nuestro adentro, al interior de lo que contemplamos. Entonces la cosa deja de ser cosa para transformarse en símbolo.
“Siempre que una realidad del mundo, sin abandonar el mundo, evoca otra realidad diversa a ella, deja de ser cosa para convertirse en señal o símbolo.”
Leonardo Boff
Y esta lucha es ya señal y símbolo porque las vecinas miraron allá adentro, a ese mas allá de lo que a “mi” me importa, a ese más allá al que él que sufre, viendo el sufrimiento del otro, le es más fácil llegar que al que no lo mira. Así que abramos bien los ojos, el corazón, al sufrimiento humano, porque siempre el bien del otro será nuestro propio bien. Ellas no han luchado solo por su vivienda y por sus familias, que también, han luchado por el derecho a la vivienda y a que se respete la dignidad de las personas y eso nos ha hecho más dignos y más humanos a todxs.
GRACIAS VECINAS, gracias por vuestra sabiduría iletrada de mujeres y madres, gracias por dar a luz en vosotras, la esperanza de un mundo nuevo.
Una vecina más de Utopía, donde todxs vivimos.
Seviilla 8 de abril de 2014