La compasión no es una simple actitud, menos aún mera noción, sino la consecuencia y el fruto de un vaciamiento del corazón, que nos abre a la Unidad.
La fraternidad y el servicio (palabras tan usadas…) son sólo eso: un resultado, un efecto del des-aprender, del “des-prendimiento” (soltarse de los prendimientos), del des-aferramiento, de eso que los budistas con tanto ahínco llaman “desapego”. Saber estar solo, vivirse en soledad, como portal del Amor.
Pero estoy hablando de un soltarse natural, al margen de creencias aprendidas o actitudes religiosas de imitación a seres llamados santos, o maestros. Compasión o fraternidad son palabras que sólo las pronuncian con veracidad quienes han experimentado lo que dicen, “son” lo que dicen, como Dogen, Francisco de Asís, Thich Nhat Hanh, la artista Begoña Intxaustegi, Francisco Ferrer, Ibn Arabi, o el sindicalista Guillermo Rovirosa, entre otros muchos. Por eso ellos resultaron y resultan contagiosos.
Los maestros y maestras de la fraternidad están en todos los tiempos y en todas las latitudes, se sienten unificados con la Vida, siendo esa la razón de que muchos de ellos llamaran “hermana” a esa dimensión de la vida que es la muerte. La Hermana Muerte. Amar nuestra condición mortal, nuestra condición de fragilidad, sí, para mejor ocuparse de ella, para mejor acompañar con conocimiento de causa a los más frágiles, los más pobres y más desasistidos.
Todo esto nos deja en una condición de aceptación, no digo de resignación, sino en cierto estado de pobreza en cuanto al saber, al tener y al poder. Pero, sobre todo, nos deja libres, sueltos, desprendidos, aptos para ser “habitados” por el mundo, competentes para abrirnos a él libre de voluntarismos religiosos y creencias colectivas, por muy sagradas que sean.
Ser uno con el universo, supone entrar en fraternidad con la Materia, mater, madre, (Teillhard de Chardin); con el mundo animal y vegetal (Farncisco de Asís) incluido el lobo que llevamos dentro; con el cosmos (Fritoj Kapfra o Albert Einstein). También con la dimensión mineral-vegetativa, que en el ser humano cobra forma de cuerpo (Karl Dürckheim o Jean Klein).
Hay personas que sienten dolor tanto en su chacal como en su cordero interiores. Y en sus flores y plantas. Y en su ángel. Y en su Noche. Y en su Sol.
Con todo ELLO y ellos habré de dialogar pasa después unificarme en la Totalidad.
Cuando eso hacemos, cuando por ESO nos dejamos hacer, estamos en el camino de la gran liberación, que los budistas llaman Mente Búdica, y los cristianos Reino de los cielos.