Por lo común el discurso humano es sofocante, muy repetitivo, como de segunda mano. De ahí que sólo me importen las palabras que, igual que alguna golondrina desbandada, quedan como descolgadas del tropel de lo redicho; las que vivaquean en la intemperie, o sea: las cargadas de silencio.
En el Zen, por ejemplo, se me hace cada vez más indigesta la ya manoseada palabra “compasión”, que, igual que el también ajado término “caridad”, me sugiere una relación desigual, como jerarquizada, de arriba abajo. En mi época marxista yo vibraba con el vocablo “solidaridad”, tan recio y militante; posteriormente, y hasta hace bien poco, me cautivó el de “Unidad”, pero, claro, requiere el trabajo adicional de interpretarlo. Hoy, prefiero el más sencillo: “fraternidad”, que se me hace más simple, más
cercano. Es curioso lo cuesta arriba que se nos hace el amor para dejarse decir. Por eso el lenguaje resulta traidor, hasta opresivo. En resumen, el amor hay que dejarlo sentir en su flujo desde el silencio a la ternura, desde el tacto y desde la carne.
Tengo un sueño: que este año de 2015 nuestra práctica zen se haga progresivamente tierna, sentiente, fresca en su continuo renovarse. Y, sobre todo, contagiosa. Que, desprovista de patrones exóticos y asiáticos, se encarne definitivamente en el ahora del aquí; y, respetando el valor de los antiguos sabios, se aleje de la edad media de los emperadores chinos siendo un referente para cualquier generación. Una Buena Noticia regenerada más allá de todo género y de toda condición.
El Zen, aquí y ahora, lejos de permanecer cerrado en círculos y rituales desgajados del mundo y de la historia, tiene que ser un referente fraterno con los más pequeños y pobres, que son legión. Mi deseo para este año es que nuestra práctica sea un esfuerzo sin esfuerzo para vivir en fraternidad con los más humildes y desfavorecidos, incluidos los ricos, que aprenderán del Zen a ser “nadies” y a liberarse y desprenderse del poder y sufrimiento que ellos propician. Que nuestra práctica sea mensajera de la Buena Noticia vivida y transparente.
Que esa Buena Noticia (no se olvide que la palabra “zazen” se traduce como “estar sentado aguardando la noticia”), sea inseparable –insisto en ello- de una vida fraternal con los desahuciados y desamparados. En tal sentido pienso que existe una especie de pacto secreto, una escondida complicidad entre la auténtica práctica del Zen y el mundo de los pequeños y los pobres, porque el ambiente de los desheredados es el lugar privilegiado para anunciar la liberación de la verdadera Vida. Los pobres no sueñan ni con el poder ni con dominar sobre nadie, sino que anhelan una sociedad más libre y fraterna. Me estoy refiriendo al anuncio profético de una humanidad donde no haya dominadores ni dominados, tan sólo hermanas y hermanos itinerantes que celebren la Vida en cada una de las singularidades de sus vidas. Entonces dará igual cómo llamemos a la manoseada palabra “amor”, que dejará de ser tan manida y sobada, porque la Vida de tu vida revienta todas las lenguas y lenguajes, no cabe en las palabras que anuncian lo nuevo, Lo Sin Nombre.
Feliz año NUEVO.
Fotografía: Geluk, por Photo RNW.org