¡ELÍ, ELÍ, LAMA SABACTANI!

¡ELÍ, ELÍ, LAMA SABACTANI! Con ese grito desesperado, Jesús clamó en la soledad más hosca por el amparo de quien, hasta ese momento, fue para él su sentido del vivir, el Padre que le había abandonado. Pero de esa experiencia yo extraigo la mía: la fe en la resurrección no diluye el problema de la muerte, no lo soluciona. Me identifico con Bonhoeffer cuando desde su particular Calvario como condenado a muerte por los nazis, escribió algo hermosamente verdadero: “Dios nos hace vivir como hombres capaces de vivir sin Dios, el Dios que está con nosotros es aquel que nos abandona”. El Dios que acompaña y se manifiesta en la distancia, o incluso en la ausencia.
¿Por qué acallar
el estampido que no calla,
de Aquella que seduce,
de Aquel que nos abraza…?
¿Por qué acallar
ese continuo exceso de evidencia?
Rafa Redondo

Música: Vangelis – Memories of Blue

 

 

 

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