En el Pragñaparamita sutra encontramos el siguiente texto: “Oye bien Sariputra, todos los dharmas (acontecimientos o fenómenos) se caracterizan por hallarse vacíos, no sólo no pueden crearse ni destruirse sino ni siquiera aumentar o disminuir”.
El vacío es nuestra esencia unificante, nuestro nexo con el todo; es impensable hallarse separados porque un yo separado es una ilusión. Todo cuanto nos rodea se manifiesta a nuestros sentidos debido a que forma parte de otras condiciones que permiten tal manifestación. Nuestro ser habita en el inter-ser. Captar eso, vivir eso es precisamente lo que llamamos iluminación.
En ti respira todo el universo; todos sus elementos bullen sin parar por y en los flujos de tu cuerpo, habitando en él todo el océano Pacífico. Soy una ola de ese mar, pero, a la vez, en mi inconsciencia, no sé si soy mar o si soy ola. Estoy compuesto de todos los elementos que componen a toda la humanidad. Habrá variaciones de color de la piel, de estructura corpórea, pero ellos no dejan de ser un mero accidente dentro de una única sustancia. Desde esa perspectiva ¿Qué tienen de personal mi páncreas, el color de mis ojos, mí hígado y mis pulmones? ¿Qué hay, de personal en el psiquismo inconsciente, cuya esencia es asimismo colectiva? Tan sólo soy un eslabón en la cadena del Ser. Mi auténtica identidad es el Ser, Él, mi verdadera naturaleza.
Cuando sé esto es cuando puedo liberarme de esa alienante contractura, de esa restrictiva identidad del pequeño ego narcisista. La educación –confundida hoy como capacitación- nos ha programado el cerebro, desde la Educación Primaria hasta la Universidad para servir como marionetas de guiñol a ese modelo. Por eso es cuestión de tener el valor de tomar conciencia de la jaula-escenario en el que nuestra obediencia sumisa nos ha metido. Y, sobre todo, es cuestión de salir ya de ese teatro. Porque lo nuestro es amar…
El Universo azul nos constituye.
Y su Ser nos impregna. Y nos llena.
Traslúcido infinito, Esencia Plena,
torrentera de un Dios que adentro fluye.
En la realidad se reconstruye
tu latido en mi más profunda vena.
Y el rocío hecho lágrima de avena,
que en tu seno evapora y se diluye.
Mi yo, ese gran delirio ensimismado,
ese círculo opaco y bien pensado
que en su propia razón se deshereda,
hoy ve cómo en su afán deshabitado
tu Presencia, sin forma, se ha filtrado
por esta estrecha rima que aún le queda.