El miedo es el mayor cómplice de la ignorancia: separa, es gregario, envenena los artículos de opinión, dice no tener dios, aunque adora el dinero. El miedo dice no tener ideología, aunque está afiliado a los partidos llamados moderados y a las religiones, escuelas o líneas de espiritualidad establecidas.
Se hace imperativo crecer libre de dogmas, pero nos aterra la libertad y la soledad del libre, punto de arranque de la madurez total. El individuo libre sabe estar solo. El miedo nubla nuestra verdadera naturaleza. El miedo miente, pero seduce; tiene poder, tiene tarjeta de crédito, preside las multinacionales, está presente en los consejos de administración, destaca en los grupos de presión, crea golpes de estado, nombra a los papas, obispos y rectores.
Pero al ser humano le ha sido dado soñar el alba que puede reintegrarle al flujo de la vida. Cierto día gris que no olvido, escuché de mis alumnos que «el hombre es malo por naturaleza». No supieron darme razón -el alumnado hace mucho tiempo que apenas lee- de la fuente científica que respaldaba tal convicción. El dios mercado ha hecho mella en ellos. Les animé a la desobediencia e insumisión; no tuve éxito. Transcribo aquí algunas reflexiones de aquel debate.
Creo que hay que caminar en sentido inverso, como quien baja hacia arriba, en dirección contraria al modo de caminar que emplean las mayorías muertas.
Llevar la contraria, brindando por el hecho de vivir, pero con el vaso al revés, bocabajo, cambiando de mirada, incluso de ojos, si ello fuera posible, para poder contemplar cómo el nuevo vino de una nueva conciencia se derrama sobre la copa del mundo. Hay que forzar la historia negra de que es normal vivir sin luz. Hora es de rebelarse.
Pienso que no es posible que «por naturaleza» algo sea malo y creo que el hombre no es excepción en esta regla. Lo natural en el hombre es ser, y es entonces cuando más allá de las polaridades bueno y malo son trascendidos por lo que es natural, por lo que ES
Sin embargo cada uno de los artificios que nos inventamos y que desembocan en el no ser, abren la puerta al miedo y al tiempo a la maldad, que por lo tanto es adquirida.
En el trato diario íntimo de la consulta, me doy cuenta de que detrás de lo ficticio habita un realidad de otro calado en donde habita lo natural. Por eso, más por empirismo que por ciencia, creo que en su naturaleza el hombre no es malo y quizá tampoco bueno… simplemente ES. Como describió Erich Fromm en su obra » El miedo a la libertad» el ser humano vive inmerso en una paradoja interna en la que la seguridad de lo grupal choca contra la necesidad individual de libertad y en ese conflicto nos la pasamos hasta que tomamos la decisión de trascenderlo, o al menos intentarlo. Es entonces cuando sentarse es el camino, es entonces cuando cada respiración es un paso…
De todas formas entiendo que el día se tiña de ceniza cuando un grupo de jóvenes acuerden creer que el hombre es malo por naturaleza. Esto demuestra que es hora de que nos rebelemos… ADELANTE… Brindemos con el vaso al revés…