Esa amistad para con los rendidos, que acude al alma de quien se asoma a La parábola del Hijo Pródigo, donde hablas con nitidez de esa disposición del ser humano, vacía y entregada, ante la vacía y entregada apertura de la paternidad y maternidad de tu Padre.
En aquella época, convulsa e intrigante, donde el amor de Dios era suplantado por la moral de la Inquisición, el proscrito Lope de Vega era un rendido que había entendido al Dios de los excomulgados y proscritos.
Permitir que Dios sea Dios, clamaba “el poverello” ; callarse, hacer silencio para que la Bondad actúe. Dejar que Dios sea, porque allí donde la memoria, el pensamiento y la voluntad se han apartado y hecho un hueco, allí donde el atropellante tropel de imágenes desiste, es precisamente donde el abrazo de la paternidad del Dios Madre se (me) hace acto. Dejar que Dios sea Dios…
Lo sé, pero que muy bien, muy bien, -puedo decirlo- a través del aprendizaje de mis noches oscuras, cuando clamaba con Tagore:
Yo, tu instrumento…
y qué dolor mientras afinas mis cuerdas…
pero luego, al abrir
las ventanas, quedo asombrad de la música
de mi propio corazón.
Rafa Redondo
Música: Mishima Closing _ Philip Glass