Me abro a la acogida de aquello que brota cuando me depongo. Me abro a la nada de esta misma hoja vacía donde escribo, que me insta a la apertura, al destello de un don, de ese Tú sólo le permito brillar cuando me aparto .
Abrirme al Misterio,
callar, dejarle decir.
Dejar a Dios ser Dios…
Vaciarme, para dejar paso a la escucha,
del dictado que en todo se transciende.
No hay puerto ni parada, ni posada fija.
Todo encuentro es el brocal de otro pozo,
el umbral de otro camino,
el escalón hacia otro escalón del infinito.
Rafa Redondo
Me abro a la acogida de aquello que brota cuando me depongo. Me abro a la nada de esta misma hoja vacía donde escribo, que me insta a la apertura, al destello de un don, de ese Tú sólo le permito brillar cuando me aparto .
Abrirme al Misterio,
callar, dejarle decir.
Dejar a Dios ser Dios…
Vaciarme, para dejar paso a la escucha,
del dictado que en todo se transciende.
No hay puerto ni parada, ni posada fija.
Todo encuentro es el brocal de otro pozo,
el umbral de otro camino,
el escalón hacia otro escalón del infinito.
Rafa Redondo
Música: Ludovico Einaudi – Nuvole Bianche