Lo que verdaderamente es nuestro yo real no puede ser visto, ni ser dicho; tampoco es una simple sensación, sino una profunda vivencia.
Tu naturaleza y la mía forman parte del baile del Fondo Total que todo abarca; una intensa y total desmesura sin forma en la que toda forma existe. Estoy hablando de un “sujeto último”, o mejor: el infinito, que para ser vivido, el que percibe debe atravesar lo percibido.
Tus miedos y los míos, igual que tus ansiedades y las mías, deben ser objeto de observación, ser comprendidos; pararse en ellos mediante una atención sin motivo; sin mediar juicio ni crítica o análisis. Sólo contemplar su proceso, sólo mirar su duro aterrizaje en el cuerpo. Tu angustia, al no ser alimentada, no podrá mantenerse en pie.
La angustia es una fijación de energía que la atenta contemplación se encargará de absorber. La clave radica en conocer que lo que alimenta y mantiene el miedo es tu resistencia a él, que todo intento de huida le da fuerza. La aceptación, en este caso, es el mejor modo para que el miedo se extinga. Y serás libre.
La contemplación no es intención, sino un estado pasivo-activo: pasivo, porque no tiene pasado ni memoria; activo, porque es vigilancia plena.
Contemplar, no sin valor, ese proceso interior es un acto liberador que te ayudará a seguir con fortaleza el Gran Camino.
La valentía está en seguir día a día, con humildad, sin ninguna intención de alcanzar una meta. El Yo que quiere ser valiente no es el Yo Esencial (por experiencia, es tan fácil caer en esa «trampa», yo caigo casi a diario… ). El Yo esencial NO EXISTE, simplemente ES. Ya lo Es en tí, ahora mismo, sin hacer nada, simple y llanamente no nos damos cuenta. A nivel del pensamiento racional, es una paradoja, no puede entenderse, hace falta seguir la intuición profunda que nos dice que es así, sin pretender entenderlo con la mente. Dejar abierta la posibilidad de que ya estemos iluminados, desde que nacimos, sin tener que hacer NADA. El trabajo personal no sirve para iluminarse, solo para ir despejando los velos mentales que nos impiden darnos cuenta de que ya estamos iluminados, siempre lo hemos estado, y siempre lo estaremos, no se puede no estar iluminado, es nuestra naturaleza esencial. Si quieres comprenderlo, atraparlo con la mente, se escapa. Si día a día trabajamos con humildad, «entrenándonos» en mirar, simplemente mirar con atención, sin pretender anticipar «algo» que «haya» que ver. Poco a poco, día a día, respiración a respiración, los velos se van desprendiendo. La mente no puede entenderlo, pero si la intuición nos dice que lo que realmente somos, es mucho más que lo que creemos que somos, y seguimos esa intuición, podemos hacer una sola cosa: trabajar, día a día, tratando de apartar de nuestra mente el deseo de alcanzar una meta. Meditar por el puro placer de meditar, aunque la meditación a veces sea luminosa, y otras veces incómoda y dolorosa, aceptar el regalo que supone poder dedicar esos minutos a descansar de nuestra mente. Sin metas, respiración a respiración. Paso a paso…