…¿Que es un abrazo?…
…¿Quien te ha inspirado?…
…¿Esla meditación para todos y todas?
…¿Que es un abrazo?…
…¿Quien te ha inspirado?…
…¿Esla meditación para todos y todas?
Raíces firmes
Raíces firmes
directas a la fuente
de la sombra luz
Nuestro tiempo, que no nos pertenece, nos exige ir hacia dentro, viajar al vasto cosmos que yace en cada célula del cuerpo que somos. Entra, y observa el universo que eres y déjate orientar por las constelaciones celulares. Inmérgete en la sustancia de tu naturaleza; ríos de vida en la sangre de tus venas, raíces eléctricas en los nervios que incendian el aliento, el soplo de los vientos en el latido hondo de tu corazón. El cosmos terrenal, la tierra en su naturaleza universal.
Nuestro tiempo nos exige una responsabilidad individual hacia el bienestar colectivo. Ir hacia dentro para recobrar la conexión con la fuente de energía, para que cada quien contribuya de manera directa al bien común. Nuestro tiempo nos pide soltar las dependencias asistenciales. No es momento de alimentarse a través del otro, ni de acumular energía para dar de comer a los demás. Es hora para que cada quien vaya a la fuente, atrevimiento que exige tu valiente soltar, para ser canales de la energía esencial. Cada quien, para el bien común. No mendiguemos migajas del poder, nadie tiene el monopolio a la fuente primordial.
Es hora, nos dice la vida, de que la naturaleza horizontal permee nuestras relaciones, y es vital que cada quien conecte con la fuente, actualice su software y restaure su ego a la versión original y eterna. Sí, más allá del ego, transcender a la hondura de la esencia donde de nuevo eres el vasto cosmos eterno. Desde allí podremos caminar hacia un nuevo horizonte horizontal.
Es hora de que cada quien se aprenda a lavar sus propias manos, entonces podremos lavarle los pies a otra hermana o hermano. Pero será desde otro lugar.
Texto y fotografia de nuestro hermano en la distancia al otro lado del charco
Para estos tiempos…
Del Libro Rojo de C.G.Jung
“Capitán el chico está preocupado y muy agitado debido a la cuarentena que nos han impuesto en el puerto”
“Que te inquieta chico? ¿No tienes bastante comida? ¿No duermes bastante?”
“No es eso, capitán, no soporto no poder bajar a tierra y no poder abrazar a mi familia”.
“¿Y si te dejaran bajar y estuvieras contagioso, soportarías la culpa de infectar a alguien que no puede aguantar la enfermedad?”
“No me lo perdonaría nunca, aún si para mí la han inventado esta peste”
“Puede ser. ¿Pero si no fuese así?”
“Entiendo lo que queréis decir, pero me siento privado de la libertad capitán, me han privado de algo”
“Y tú, prívate aún más de algo”…
“Me estáis tomando el pelo?”
“En absoluto. Si te privas de algo sin responder de manera adecuada, has perdido”
“Entonces, según usted si me quitan algo, ¿para vencer debo quitarme alguna cosa más por mí mismo?”
“Así es. Lo hice en la cuarentena hace 7 años.”
“Y que es lo que os quitaste?”
“Tenía que esperar más de 20 días sobre el barco. Eran meses que esperaba de llegar al puerto y gozar de la primavera a tierra. Hubo una epidemia. A Port April nos vetaron de bajar. Los primeros días fueron duros. Me sentía como vosotros. Luego empecé a contestar a aquellas imposiciones no utilizando la lógica. Sabia que tras 21 días de este comportamiento se crea una costumbre, y en vez de lamentarme y crear costumbres desastrosas, empecé a portarme de manera diferente a todos los demás.
Antes empecé a reflexionar sobre aquellos que privaciones tienen muchas y cada día de su miserable vida y luego, por entrar en la óptica justa, decidí vencer. Empecé con el alimento. Me impuse de comer la mitad de cuanto comía habitualmente, luego empecé a seleccionar los alimentos más digeribles, para que no se sobrecargase mi cuerpo. Pasé a nutrirme de alimentos que, por tradición, habían mantenido el hombre en salud.
El paso siguiente fue unir a esto una depuración de pensamientos malsanos y tener cada vez más pensamientos elevados y nobles. Me impuse de leer al menos una página cada día de un argumento que no conocía. Me impuse hacer ejercicios sobre el ponte del barco. Un viejo hindú me había dicho años antes, que el cuerpo se potenciaba reteniendo el aliento. Me impuse hacer profundas respiraciones completas cada mañana. Creo que mis pulmones nunca habían llegado a tal capacidad y fuerza. La tarde era la hora de las oraciones, la hora de dar las gracias a una entidad cualquiera por no haberme dado el destino, privaciones serias durante toda mi vida.
El hindú me había aconsejado también de coger la costumbre de imaginar la luz entrar en mí y hacerme más fuerte. Podía funcionar también para la gente querida que estaba lejos y así esta practica también la integré en mi rutina diaria sobre el barco.
En vez de pensar en todo lo que no podía hacer, pensaba en lo que habría hecho una vez bajado a tierra. Visualizaba las escenas cada día, las vivía intensamente y gozaba de la espera. Todo lo que podemos obtener en seguida, nunca es interesante. La espera sirve para sublimar el deseo y hacerlo más poderoso. Me había privado de alimentos suculentos, de botellas de ron, y de tacos. Me había privado de jugar a las cartas, de dormir mucho, de ociar, de pensar solo en lo que me habían quitado.
“Cómo acabó capitán?”
“Adquirí todas aquellas costumbres nuevas. Me dejaron bajar después de mucho más tiempo del previsto.
“Os privaron de la primavera entonces?”
“Si, aquel año me privaron de la primavera, y de muchas cosas más, pero yo había florecido igualmente, me había llevado la primavera dentro ,y nadie nunca más habría podido quitármela”