Mujer, nadie te condenó; yo tampoco. Vete y no peques más.
No se lo dijiste bajo la condición de que no pecara de nuevo, para volver a ser castigada. Tu amor es incondicional. Mostraste ante esa mujer el verdadero rostro de la bondad de Dios. Tu hijo José Antonio Pagola lo resume así:
Cuando no tengas a nadie que te comprenda, y cuando todos te condenen, cuando te sientas perdido y no sepas a quién acudir, has de saber que Dios es tu amigo, Él está de tu parte. Dios entiende tu debilidad y tu tropiezo… lo que la mujer adúltera necesitaba no eran piedras, sino una mano amiga que le ayudara a levantarse. Quizá descubramos entonces que lo que muchas personas necesitan no es la condena de la Ley, sino que alguien les ayude y les ofrezca una posibilidad de rehabilitación. Y Tú, Jesús lo entendiste muy bien.
Todo ello significa, añade mi amigo José Antonio Pagola, que en toda situación de la vida como en todo fracaso, en toda angustia siempre hay salida. Todo puede convertirse en gracia. Nadie puede impedirnos vivir apoyados en el amor y la fidelidad de Dios.
Una enseñanza equivocada nos ha mostrado que Tú te enfadas con los proscritos, Tú, precisamente Tú, que te dejabas acariciar los pies por las prostitutas, andabas entre publicanos y pecadores. Y, para remate, acabaste crucificado entre dos bandidos.
Pocos te han entendido, Jesús. Lo tuyo, tu Buena Nueva, no es una enseñanza moral, sino una manifestación continua de lo que es la incondicionalidad del verdadero amor.
Nadie, nadie jamás, sea de la condición que sea- lo sé muy bien-, podrá separarnos del amor de tu Padre y de su perdón.
Rafa Redondo
Música. Loreena Mckennit – Bonny Portmore