Archivo de la categoría: Desde el silencio

Situarse allí

Situarse allí, al declinar la tarde, en nuestra recuperada dimensión de sinceridad, cuando el sol, apoyado en el pedestal de luz de los postreros cúmulos, esparce su dádiva secreta troceando en mil haces su energía quebrada y repartida. Situarse Allí, en el declive vespertino, donde la soledad ha dejado de doler.

Y morir así, entregado y entregando, dando y esparciendo, fundida en la Unidad nuestra ya lograda forma, al par que la tarde se inclina de rodillas ante su propio ocaso, allí donde Dios se muestra como disco incandescente en su eterno devenir.

Situarse allí, donde no hay allí, en la inocencia innata que nos es propia; arrasando cualquier imagen o vestigio de memoria; dejando a un lado el hacer, ejerciendo el sólo ser del Ser.

Situarse allí, abolido el tiempo, donde la realidad se aprecia fulgurante cuando los pensamientos se Seguir leyendo Situarse allí

Aligerarse de sí mismo

El poema, ¿acaso ha de extinguirse
al apagarse, efímero, el poeta?
Vuelan en desbandada las palabras,
tan ajenas a las huellas de su dueño…

Ver en el incienso la cumbre desbordante del humo que se explaya; y también su rescoldo, hecho ceniza, expandirse impulsado por el resuello de un extraño vigor que le impele a volar hacia todo lo que ES más allá del fuego e incienso, tierra y cielo, ceniza y viento… Ver cómo se yerguen, cada uno en su forma, el humo y la ceniza, haciendo del abajo un arriba y del arriba un abajo, desvelando, de ese modo, el oculto sentido encerrado en la materia, en el mismo instante y punto en que la materia a sí misma se ilimita.

Volar y aterrizar, elevarse y recaer como el eterno vaivén que nutre de idéntico sentido la infinita danza del cosmos y ante el que, una vez más, estallan los fonemas. ¿No se ilimitan las estrellas -se preguntaba Claudio Rodríguez- para algo más hermoso que Seguir leyendo Aligerarse de sí mismo

La promesa

Todo buscador inicia su camino espoleado por la añoranza de su verdadero origen, el sufrimiento de sentirse repatriado en las sórdidas estepas de ese insoportable exilio llamado sentido común. El adolescente, incluso el ya adulto, sigue añorando aquel espacio de intimidad sagrado de su mágica niñez que invadieron los adultos, con sus creencias, sus escuelas y sus dogmas. Hablo de un espacio de inocencia, no de inmadurez. Algo, si, ALGO experimentó aquella niña, hoy de 38 años, cuando le repatriaron, y no sin mentirle, de su íntimo y fulgente rincón. Y hoy vive su nostalgia del Ser como Pieter Van der Meer en sus escritos, y como Juan de la Cruz en aquel poema que me impactó en su cueva segoviana:

Condúceme a la interior bodega
Donde la vida en Seguir leyendo La promesa