Nos encontramos caminando, hemos crecido juntos y nos hemos ayudado, reído, llorado, acompañado. Con nuestras luces y sombras nos seguimos juntado y gracias a esas luces y sombras, hemos comprobado que nos necesitamos para ser mujeres y hombres totales, hermanos universales. Nuestras luces y sombras, son como maestras para salvarnos con toda la humanidad y completar la creación del mundo.
Con nuestras luces y sombras, con nuestros aciertos y errores, nos amamos con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma, con todas nuestras fuerzas.
La presencia de cada compañero, codo con codo, con nuestras luces y sombras, nos interpela para engrandecernos, porque, al final, esa presencia compañera es un regalo de la Fuente de la Vida, una enviada, una pregunta de amor, una oportunidad de caminar a Unidad.
La presencia de cada compañero, con sus luces y sus sobras, es por la que el Amor se expresa, invita, enriquece, y mide nuestra capacidad de querer.
La presencia de cada compañero, con sus luces y sus sobras, es nuestro plan de cada día, nuestro pan de cada día, nuestra hostia consagrada itinerante. Y lo es porque habita en tu medio, la tienes codo a codo, vive y con-ive en tu mismo equipo de trabajo, siendo presencia de carne y hueso, persona de cuerpo y alma que con su nombre y apellido ha venido a servirte de maestra para crecer en edad y madurez, la dimensión adulta que nos faculta para amar sobre toda condición.
SEGUIMOS, SEGUIREMOS CAMINANDO POR SENDAS DE UNIDAD.