Estar disponible es lo que me ha enseñado la práctica diaria de la meditación silenciosa. Ello ha supuesto para mí ponerme infinidad de veces frente –enfrentarme- a posiciones viejas y a leyes y costumbres admitidas sin rechistar, creencias que se hallan en las antípodas de la Vida. Pero ésta, que es pura y constante sorpresa, no digiere la inmovilidad: su viento sopla donde quiere, y lo mejor de ella es que nunca sabremos a qué atenernos. Ante su misterio sólo cabe el asombro y la apertura, la sabiduría de la inseguridad, el arraigamiento en el desarraigo. Ella nos enseña a atisbar el Fondo indestructible en plena fragilidad. Y no, no son palabras. Lo sé y lo escribo.
La Vida, dulce y dura Maestra, que para reconocernos como sus discípulos exige la cancelación de Seguir leyendo Lo sé y lo escribo