Todas las entradas de: Rafael Redondo Barba

Zen, la noticia que se deja escuchar

Reflexión en el sesshin en Berriz en febrero de 2015

Estudiar el Dharma de Buda es estudiarse a uno mismo. Estudiarse a sí mismo, es olvidarse de uno mismo. Olvidarse de uno mismo, es ser certificado por todas las existencias del cosmos. Ser certificado por todas las existencias del cosmos, es despojarse del apego al cuerpo y a la mente, abandonar, dhatsu raku, cuerpo y mente. Abandonar el apego al cuerpo y a la mente. Al mismo tiempo, esto ayuda a los otros a desapegarse de su propio cuerpo y mente.

Dogen

Cada vez que un pensamiento se retira, se ofrece una ocasión a la revelación de lo sagrado. La actitud de abrirse hacia la escucha supone vivirse como Nadie, perdiendo así la memoria su efectividad yoica temporal para dejar sitio, hacerle un hueco, a una fuerza espontánea que aborda nuestro cuerpo de Conciencia, de conciencia global, que excede nuestros límites corporales. Eso sucede cuando, abandonada toda imagen, incluida la propia corporal, la conciencia se abre a otras dimensiones, siendo en tal situación cuando se comprende el aserto lúcido del gran maestro japonés al afirmar que “Za-Zen no busca el despertar, Za-Zen es el mismo despertar”. La constatación excede al pensamiento, no es que yo esté mentalmente atento, sino que, más allá de todo dualismo, me convierto en atención. Y eso se vive cuando uno se desapega del cuerpo y de la mente. La presencia del Ser no engaña, la presencia del Ser es certera, aunque algunos psiquiatras llaman a eso psicosis o esquizofrenia…

Esa ausencia de identificarme tanto con ideologías, religiones, facultades psíquicas u objetos, lejos de apartarme del mundo me hace más sensible hacia su dolor, más presente en el que sufre, más enérgico para denunciar la injusticia, más disponible ante quien me necesita, lo que contradice de raíz cualquier extravío psicótico.

Para mí, el mundo es una suerte de enigma que se renueva constantemente. Cada vez que lo miro, siempre veo las cosas por primera vez. El mundo tiene mucho más que decirme de lo que soy capaz de entender. De ahí que tenga que abrirme a un entendimiento sin límites, de forma que todo quepa en él.

José Saramago

La mirada inocente acoge sin referencias lo que le llega. Escuchar sin referencias, mirar sin patrones previos, es el paso previo al Seguir leyendo Zen, la noticia que se deja escuchar

Circular de Epifanía: EL SUEÑO DE LA HUMANIDAD

Si algo me ha proporcionado la práctica meditativa del Zen es la posibilidad de saberme nadie. Una experiencia intensa y prolongada de rendirme, abandonarme, salir de los límites de mi falso yo construido durante el tiempo.

La experiencia de doblegarse a “lo que es” ha sido y sigue siendo para mí el mayor y mejor camino de liberación. Estoy hablando de una senda de fraternidad que, si bien la aprendí de los maestros orientales, puedo decir que mucho antes de que me iniciara en el camino del Zen, ya lo había visto –y no sin gran impacto- en el ejemplo vivo de Francisco de Asís. Un sendero que en el poverello pasaba por el rechazo del dinero, del poder y de los honores, y por la comunión con los más humildes y más pobres; sí,  un camino predicado por sabios bodhisattvas. El Bodhisattva es un término budista compuesto de bodhi («supremo conocimiento»), y sattva («ser»), que hace referencia a un ser embarcado en la búsqueda de la suprema iluminación, no sólo en beneficio propio, sino en el de todos, que compasivamente busca no sólo la salvación individual, sino la colectiva. El principio del ideal del Bodhisattva es uno de los más importantes principios del budismo.

Pero ese afán de bondad y compasión rebasa las fronteras asiáticas, pertenece al acervo de toda persona independientemente de su origen cristiano, ateo o budista; un derecho de nacimiento.

En mi caso, el sentido y la práctica compasiva tanto de Jesús de Nazareth o del Pobre de Asís, es algo que me ha marcado, es la impronta de mi vida; un contagioso y cercano modelo de ternura más propio y cercano a mi forma de ser occidental. Ellos han promovido en mi caso el Seguir leyendo Circular de Epifanía: EL SUEÑO DE LA HUMANIDAD

Feliz año nuevo

Por lo común el discurso humano es sofocante, muy repetitivo, como de segunda mano. De ahí que sólo me importen las palabras que, igual que alguna golondrina desbandada, quedan como descolgadas del tropel de lo redicho; las que vivaquean en la intemperie, o sea: las cargadas de silencio.

En el Zen, por ejemplo, se me hace cada vez más indigesta la ya manoseada palabra “compasión”, que, igual que el también ajado término “caridad”, me sugiere una relación desigual, como jerarquizada, de arriba abajo. En mi época marxista yo vibraba con el vocablo “solidaridad”, tan recio y militante; posteriormente, y hasta hace bien poco, me cautivó el de “Unidad”, pero, claro, requiere el trabajo adicional de interpretarlo. Hoy, prefiero el más sencillo: “fraternidad”, que se me hace más simple, más

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