La noche se hizo antorcha.
Se oía la luz.
Se acercó vestida de fulgor de aurora y zendo. Como un resorte, nos levantamos hacia el ventanal para dejarnos inundar de ella, preñar, darnos a luz desde su luz. Y el kin-hin devino en gesto de cuerpo y alborada. Gesto abierto a la escucha del Gran Silencio…
Es que es tanta la belleza del amanecer cuando caes en la cuenta de que siempre es amanecer…
Toda entera fue, y muy nuestra, el alba, tan sólo con mirarla en sus primeros rayos, despojada ya de noche y umbra.
Era el cumpleaños de Pablo, o, mejor: el aniversario del día en que ESO, sin nombre, nació en Pablo, con su nombre. Nació en forma de Pablo.
Al final, nos fundimos ardiendo en su seno luminoso, en su lumbre inusitada.
Qué triste el mundo si no pudiéramos agradecer esa alborada que nos peina, sus luceros de enero.
No cierres los ojos, observa, ve. Huele la luz sobre la tierra fría de este invierno. No pierdas su pista, su dorado hilo hecho soneto.
AMANECER EN IPAR HAIZEA
El alba, hipnotizada de silencio,
despierta a la gran luz resucitada.
Como si la Naturaleza, inmóvil,
se dejara habitar por lo indecible.
El fresco corazón de la Materia,
palpita en cada forma estremecida,
y, grávida, la tierra, va extendiendo
los pliegues de sus alas incendiadas.
Estallan las primeras claridades
y de sus hondos senos, como un ascua,
se alza la meseta amanecida.
Corre, embriagado, el aire en los tejados,
y abrazando los mares de hondos nimbos,
se eleva a las raíces de la altura.
En Bilbao, Miércoles, 30 de Enero, amanecer en el Zendo de Ipar Haizea, con Alberto, Juan, Mariángeles, Pablo, Kepa, Asier y Rafa.
Mas fotos del amanecer en el Zendo aquí.
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