Buscaba yo a tientas dónde poder posar mis brazos para remar junto a los tuyos, e igual que lo hacías Tú: contracorriente.
Al mirarme y verme sin poder nadar, «se revolvieron mis entrañas» – me dijiste-. Me regalaste tus brazos para siempre. Tu paciente sedal de pescador suplió mis fuerzas allá en el vaivén nocturno del Mar de Tiberíades. Me sigue acompañando, y aún tira de mí hacia tu orilla. Lo sé.
En los desvanes de mis noches, ahora clarososcuras, aún recuerdo entre la niebla, el imborrable fulgor de tu mirada clavada en mis pupilas.
Clareaba el Alba.
Y sigue clareando,
aunque es de noche.
Rafa Redondo
Tú, alegría de mi juventud,
Roca de mi existencia…
Roca de mi existencia…
Rafa Redondo
Múisca: The Spirit Song – A Nordic Lullaby