Sólo sentarse en Silencio

Sucede a veces que en el corazón mismo del silencio surge una asfixiante carencia que nos empuja a quererla llenar huyendo hacia adelante y -sin apenas interrogarla ni escucharla, iniciamos el camino a no se sabe dónde. Pero entonces puede y suele ocurrir que, en lugar de llenar nuestros vacíos de sentido, nos topemos tan sólo con simples objetos. Esta sociedad distraída nos quiere entretener con lo que le es más propio, con objetos, con objetos en forma de proyectos, de huidas compulsivas, de marchas turísticas paradisíacas que acaban remitiéndonos a nosotros mismos, para luego extinguirse.
Sin embargo, también a veces brota –sería mejor decir nos brota- del silencio una necesidad de descargarnos de todo aquello que creíamos poseer, pero que, en verdad, nos poseía.
Desinflarnos, como suele hacerlo un globo aerostático que suelta su lastre para mejor proseguir su ruta libre hacia las alturas.
Descargarse, sí: un imperioso impulso, o instinto hacia el liberador despegue de la tiranía de lo dado; una suerte de desapego que no es indiferencia, sino el mismo portalón del amor.
Liberarse es habitar el mundo y, más aún: despedirse de él con el culo gloriosamente al aire.
Soltarse, sí -entre alivios y dolores- de una realidad fingida, aunque presentada y re-presentada como lo real. Liberarse de la realidad falseada, de la posesión ilusoria de un ego que el mismo viento desvanece. Todo ello supone tener el valor de detenerse y tener el valor de mirar nuestra falsa realidad revestida de verdad, pues falsa es toda construcción mental que se resiste a ser soñada y ser vivida.
Sentarse en silencio, entornar la mirada a los adentros, en un esfuerzo por captar lo invisible, es mi propuesta.

 

 

Rafa Redondo

 

 

Múisca: Nightnoise – For eamonn

 

 

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