Darlo todo, o casi todo, por perdido. Tocar fondo.
Puede, cuando apenas ya nada de nada esperas, abrirse una grieta
en la aún sangrante carne viva del alma, por donde se asoma una extraña –aunque, curiosamente, siempre sea la misma – antorcha, que alumbra la apertura a otro lugar.
Puede que, en tal ocasión, por mucho que te duela hasta el aliento,
por esa grieta asome la ocasión de contemplar una nueva tierra sin mapa, donde sin apenas saberlo tú siempre habitaste. O te habitaban.
A partir de ahí, tu reacción quizá tan sólo sea un gesto, el primer gesto de todos tus gestos verdaderos.
Y el primer indicio, también, de que has comenzado a vivir, de que te inauguras como ser humano.
En la honda noche oscura
-y cuanto más cerrada-,
¡Que bien se ve la noche!
Rafael Redondo Barba
Múisca: Philip Glass – Koyaanisqatsi