El Cielo espira en bocanadas de agua.
Centelleando y cantando hunde sus raíces en la Tierra.
Es tan generoso y potente que intimida.
La Tierra, agradecida, abre sus poros e inspira, llenando a rebosar sus pulmones.
El Cielo espira en bocanadas de agua.
Centelleando y cantando hunde sus raíces en la Tierra.
Es tan generoso y potente que intimida.
La Tierra, agradecida, abre sus poros e inspira, llenando a rebosar sus pulmones.
Para que el Absoluto te posea
y se filtre en tu voz su honda palabra;
para que el Gran Misterio a ti se abra,
que ninguna pupila a ti te vea.
Traslúcida a cuanto te rodea,
trasparente al Silencio que en ti labra,
devén en su susurro, antipalabra,
claro decir del Ser, su humilde tea.
Cuando pienses que todo se ha perdido,
presta oído al dios que en tus suspiros
te alienta con su aliento y su reclamo:
el latido que late en tus latidos,
insólito temblor, Ser fugitivo,
que me abraza y respira si le llamo.
No me engaño, lo escucho claramente:
el dictado es exacto. Me conmueve
su lenguaje sin voz, silente nieve
que atempera el incendio de mi mente.
La deja en su honda paz. Muy largamente
contemplo el quieto Fondo que hoy me mueve
a alzarme a mis adentros, donde llueve
rocío de alba en lágrima silente.
¡Cuán claro es tu dictado, tu presencia
sin verbo, sin acento, sin fonema,
sonando en sinfonía con la nada!
¡Qué clara es, Dios, tu presencia en tu ausencia
que hoy se ensancha en mi pecho hecha poema,
recordándome el don de no ser nada!