Meditar es desvelar la verdad desnuda que la mente vela…

 

El Ser del Silencio carece de voz, y, a pesar de ello, se manifiesta en el tumulto de toda la creación. Pero el ser humano tiene a mano
en cada instante la ocasión, y la gracia, de poder escuchar lo inaudible dentro de su más profundo centro; también el deber de transparentarlo a los demás, siendo esa su razón de ser y de estar en el mundo (Ver nota a pie de página).
La sentada en silencio es un privilegiado escenario donde el Ser actúa y expresa en un lenguaje sin palabras la Epifanía que afecta a todas las potencias humanas. Toca el cuerpo, lo mueve y lo conmueve. La sentada en silencio (Za-zen), es un «lugar» de encuentro con el Ser, donde se hace posible apreciar la voz, sin voz, de la demanda latente de un encuentro con lo que de modo inexacto –aquí la exactitud fracasa- se ha llamado lo Otro de mí.
Al ser humano le ha sido conferida la palabra, y nosotros mismos, en la forma que nos ha sido dada, estamos en situación de poner el verbo a ese interpelante ruego que brota de nuestra más profunda entraña. Es más, nosotros mismos somos esa Verbo que continuamente, sin cesar, brota y rebrota del Silencio.
Transformados por el ejercicio de la verdadera meditación, somos –podemos serlo- el fruto sazonado de ese encuentro.
NOTA:
Cada obra humana, de suyo inacabada, contiene lo in-contenible, y abrazando la infinitud, desdice al yo de su artífice, abriéndose a un infinito que traspasa diferencias. Toda obra humana es un después, porque toda obra, en mayor o menor grado, testifica el Origen de su anterioridad a sí misma: ella misma es, por tanto, un después, su ahora. Y su eterno despliegue hacia otra orilla. Su ser es su abrirse

 

Música:  Davy Spillane – Midnight Walker

Deja un comentario