Inefable Presencia

Muchas religiones cristianas reclaman, como es natural, su vinculación con Jesús; dejarían de llamarse cristianas, pero no se trata de un derecho exclusivo porque una mirada más profunda pondrá de manifiesto que la historia de Jesús pertenece también a los rebeldes de estos 2000 años transcurridos, a los herejes y a los ateos, así como a los marxistas y comunistas de los últimos tiempos, como Milan Machovec.
Jesús de Nazareth, mensajero de Dios, nació como murió, desnudo, con las manos vacías, con la doble fragilidad de un niño pobre. Nació en un lugar que ningún padre hubiera querido para su hijo, un pesebre. Fue y sigue siendo un mensajero que no vino para interesarse por los pobres, sino para convertirse en uno de ellos, experimentando con ellos, y en propia carne viva, la impotencia de los ninguneados, la injusticia de los poderosos y la prepotencia de los sacerdotes. Todo a la vez. El Maestro de Nazareth anunció un porvenir que no se nos abre, como se ha dicho, por su regreso majestuoso al final de los tiempos como un Pantocrator rebosante de gloria o mesías de los ejércitos, sino que ya ha llegado como el mesías de los pequeños olvidados que nos libera del miedo a la muerte al haber sido crucificado un día hace más de dos mil años, como un excomulgado, el que ahora vuelve a ser crucificado con los diariamente crucificados: cada vez que una mujer es violada o asesinada, o que una familia entera es explotada por una multinacional, o aplastada por una gran empresa eléctrica; cada vez que un anciano o joven es desahuciado por la Banca….Hablo de un Jesús que nos legó su Espíritu, el que nos ayuda por y a través de su fragilidad indestructible y su despojamiento; un Jesús que resucita cada vez que ese destino infame es denunciado y vencido por los nuevos cristos y cristas que se juegan el tipo rescatando vidas el Mediterráneo, por las mujeres que dan la cara en el Sahara, o ante la explotación de la Naturaleza. Esas cristas que reflejan el Espíritu de la Vida, la vida que anuncia Jesús, la propiamente humana, la que posee un alcance infinitamente más grande que la vida biológica .
Jesús pertenece a toda la humanidad.
Rafa Redondo
El ejercicio de Za-Zen no persigue el saber, ni apunta al aprender; sólo consiste en un estar no estando. Estar sin saberse estando…Quizá –se me ocurre- sea dis-estar, o des-estar, el par de verbos que algo aproximan a ese estado de permanecer siendo permeable al Ser.
Pero lo que sí es cierto es que ese no-estado es experimentado como un fulgor o fogonazo de conciencia que nos encumbra sobre los patrones de lo que creíamos ser.
Es curioso, cuánto más nos olvidamos de nosotros, cuanto más “nos hacemos a un lado”, atisbamos que el tiempo se detiene, dejando de ser tiempo; dejando de ser pensamiento (el pensamiento es tiempo). Algo entonces llega, Algo que ocupa –es un decir- el lugar de mi ser nadie. Algo que sobrepasa mi ser olvidado. Algo que plenifica mi cuerpo silente en la postura de Za-Zen.
Un Algo que no se puede nombrar, ya que nombra y apellidar nos separan de lo que se resiste a ser nombrado o apellidado.
Y llegado ahí, conviene dejar, dejarse, dejar que Algo-Dios sea Algo-Dios. Inefable Presencia que indefectiblemente surge de la Ausencia.
Zen –me escribió un día Hugo Mujica- es una palabra a la que sobran tres letras; las tres letras sin las cuales no sabríamos nada del Zen.
Dejémoslo por hoy así, quedándonos en la extraña y sabia nube del no-saber sabiendo.
Rafa Redondo

 

 

Múisca: Peia – Four Grat Winds

 

 

 

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