Saliste corriendo a reencontrarte con tu hijo, y te pusiste a besarlo efusivamente echándote su cuello. Te digo que esos abrazos y besos me enseñan más de ti que los tratados más doctos de teología. Ni color, vamos.
Reconozco, Padre, que fui injusto, que me quedé corto, al no considerar durante mucho tiempo que tu hijo Jesús fue el mejor regalo que me hiciste…
Te confieso que la parábola del “hijo pródigo” es descrita por tu hijo Jesús con rasgos difíciles de olvidar.
Aquel padre, que había visto con dolor cómo su hijo se marchaba de casa de modo tan exigente y desconsiderado… pero a su hijo no le había olvidado nunca. Aunque entristecido, siempre esperó su regreso. Pero ahora siente en su corazón: “hijo podrás volver a casa cuando quieras; los puertas están abiertas de par en par”.
Es estremecedor imaginar cómo un día lo vió acercarse hambriento y humillado…Al padre se le conmueven las entrañas, una expresión que los evangelistas mencionan frecuentemente al hablar de la conducta de Jesús: se le conmovieron las entrañas… es increíble cómo se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Pienso que a ti, Jesús, esta parábola sólo se te pudo ocurrir desde tu experiencia personal con la bondad de tu entrañable Abbá..,
El padre no permitió que se echara a sus pies, no le dio tiempo, ni reparó en que según la ley su hijo estaba en estado de impureza. No, el padre del hijo pródigo no reacciona cómo reaccionaría un patriarca de Galilea. Pareciera que en esos abrazos y esos besos tan entrañables, y delante de todos, este padre no da pie a su hijo para que siga con su confesión y su arrepentimiento; quería ahorrarle más humillaciones. Pues pensaba para sí que ya había sufrido demasiadas, y no necesitaba más explicaciones para acogerlo como su querido y esperado hijo. Tampoco le impone ningún tipo de castigo, ninguna clase de ritual purificador, como era la costumbre. Ni le hace falta que le rogara con palabras su perdón. Todo eso estaba de más; sobraba, porque jamás dejó de amarlo y desear su felicidad. Al padre sólo le preocupa que el hijo pródigo se sienta acogido. Y disfrutar sanamente de la vida…El padre rebosaba felicidad: este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; Estaba perdido y lo hemos encontrado.
Cuán difícil de olvidar esta maravillosa parábola, Abbá querido.
Rafa Redondo
Música : Caribbean Blue – Ennya