Auscultar el Gran Silencio guarecido entre los ruidos, el temblor del sendero que horadan tus pisadas; ese clamor de fondo como única posesión, mientras buscas los rastros del amor perdido, el claro de luna en plena noche, el agua en el desierto, la palabra esencial, su aliento, antes de dejarse decir y pronunciar en el cerco de tus labios ungidos del Vacío que te tiene y te sostiene.
Y así, caminante, desnudo de ti, persigues la aurora entreverada en el plomo de la noche. Hasta que constatas: alguien me pastorea. Y me ama.
Hacerse uno mismo surco, grieta. Dejándose horadar, Y permitir que la Fuete de la Vida haga en tí el surco que marque tu camino; aunque a veces tú también te agrietes para darle cabida y que te habite.
Cabalgar, a uña de caballo sobre la grupa de la noche, dejarse conducir en la intemperie por la negrura omniabarcante… hasta des-cubrir que tú mismo te haces uno con el pastor de las estrellas que alumbran siempre a los excomulgados y perdidos.
R.R.
Música: Trio Mandili – Garigeba